16 de marzo de 2012



Ahora, a mis ochenta y muchos he de confesar que mi hermana Anabelle siempre fue demasiado extrema y visceral. Recuerdo que desde niña fue una persona muy conflictiva. Sin embargo, conmigo tenía una complicidad, como lo diría, especial. De hecho siempre estuvimos muy unidos. Ahora ya nada me importa... Sólo tratamos de sobrevivir como mejor pudimos. Nuestra intención no era hacer daño a nadie... Pero ahora soy viejo y desde que Anabelle murió en la silla eléctrica, duermo más tranquilo. También es cierto que hace mucho tiempo que el mundo se ha olvidado de mí. Es la ventaja de estar condenado a cadena perpetua en régimen de incomunicación.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mihály Vig - Over and done cantada por Vali Kerekes en La condena (Kárhozat, Béla Tarr, 1988).