6 de marzo de 2012



Cedric era el hermano mayor de mi madre y una de las mayores calamidades de la familia. Fue un tarambana que se pasó la mayor parte de su existencia viviendo a costa de los suyos. Hasta que un día agotó la paciencia de mis padres. Aún lo recuerdo. Yo tenía ocho años cuando le dio por hacer una de sus bravuconadas más absurdas. Reunió a sus antiguas novias y llamó a un fotógrafo de prensa para que inmortalizase la hazaña que, según él, le daría fama y dinero. Pero su torpeza le impidió prever las intenciones de las chicas. Cedric no llegó a soltarse de la escalera. Y como era de suponer, la familia se negó a pagarle un dentista.