8 de marzo de 2012



Mi abuelo fue para mí un personaje fascinante. Los tiempos que le tocaron vivir no le permitieron muchas opciones para elegir y, aún así, siempre admiré su excentricidad, aunque no fuese más allá de la pura nadería. Nunca destacó en nada, pero la irritación que provocaba en la familia era algo que me fascinaba. Yo era un niño. Y siempre creí que le tenían envidia porque, en realidad, él disfrutaba de una libertad que ellos no tenían en su pazguata obsesión por mantener las apariencias. Lo único que le sucedía al abuelo es que en su menuda figura aunaba su desmesurada afición por el whisky escocés con las ganas de dar la nota. Aunque también era consciente de la paciencia que derrochó mi abuela Irene.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Tom Waits - Goodnight Irene