10 de febrero de 2012



El señor Keevil era un hombre muy gentil y divertido que organizaba partidas de póquer en Queens, donde vivíamos. Hasta que un día apareció un inspector de New Jersey y le invitó a que le acompañase. Dicen que por un asunto de estafas. Sea lo que fuere, los rumores afirmaban que era tan simpático que pronto hizo muy buenos amigos en prisión. Y además, le fotografiaban con ellos, como aquí, que aparece con el señor Hirscham y los hermanos O’Brien, ni más ni menos que los timadores más buscados de Maryland. No sé por qué, pero siempre tuve la intuición de que el Sr. Keevil poseía un don de gentes muy especial.