1 de marzo de 2012



Uno de los casos más inexplicables de la familia fue el del tío Hipólito. Todos se preguntaban cómo era posible que alguien con tan escasas aptitudes para los deportes de invierno mostrase una desmesurada afición por ellos. Pero, afortunadamente, le duró poco. Dado que jamás consiguió sostenerse sobre unos esquíes probó fortuna con el trineo. Y como era muy osado, lo hizo a lo grande y sin nieve. Abajo le miraban atónitos mi padre y el tío Emilio. El tío Hipólito sólo necesitó un salto para dedicar después su vida al ajedrez. Y como era habitual en él, también con escasa fortuna.