21 de mayo de 2012



El doctor Brossard y su equipo de médicos nunca pudieron imaginar lo que era tener como paciente a un humorista hasta el día que llegó Octave Fleuret. Algo que, en cierta manera, se convirtió para ellos en un reto personal, porque sus ocurrencias eran tan divertidas que los galenos, en pleno ataque de risa, apenas acertaban a controlar su pulso, y lo que era aún más delicado, su concentración. De ahí que el doctor Broussard aportase a la medicina algo tan innovador como la anestesia, desterrando viejas prácticas como dar al enfermo tragos de güisqui, ya que podría convertirse en algo muy peligroso si aquel presentaba actitudes parecidas a las de Octave.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Pascal Comelade - Sense del ressó del dring (http://www.youtube.com/watch?v=9QcVncm1d5E)