2 de abril de 2012



La tacañería de mi padre se agudizó con el paso de los años. El problema no era que, por no gastarse dinero, reparase él mismo las averías de casa, sino los resultados. Nuestra vivienda tenía tantos parches que a mi madre le daba vergüenza invitar a los amigos. Y sin embargo, ella le seguía queriendo. A mí era algo que daba igual, porque yo jugaba con los míos en la calle. Pero sólo había una cosa de mi padre que realmente me fastidiaba, y era cuando sus manías ahorrativas afectaban a mi integridad física. Yo sabía que mis amigos me apreciaban a pesar del pitorreo que se traían cada vez que aparecía con ese repulsivo “cazo” en la cabeza.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Chordettes - Lollipop (https://www.youtube.com/watch?v=A0kd-w7Xwd8)