10 de abril de 2012



Me contaban que de pequeño odiaba que me hicieran fotografías. Mi padre no solía hacer muchas, pero tenía la costumbre de coger la cámara el día que nos íbamos de vacaciones a la playa. Y yo, cuando veía sus intenciones, automáticamente me plantaba de espaldas y, a ratitos, giraba la cabeza para ver si ya había hecho el dichoso clik. Son los únicos momentos de mi niñez en los que se me ve la cara. Lo peor no es que mi padre fuese un pésimo fotógrafo, sino que le entraba la cosa de creerse un gran artista y decía que no había nada como la verdad y el naturalismo del instante. Esa es la razón por la que mi madre nunca enseñó a nadie los álbumes familiares.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Tiny Tim - Tiptoe through the tulips (http://www.youtube.com/watch?v=Xk-Wz9ymvV0)