9 de octubre de 2012



Desde que se habían conocido, mientras cursaban la carrera de ingeniería en Oxford, la amistad entre Ernest y Richard creció hasta tal punto que un buen día decidieron, tras acabar sus estudios y al comprobar que sus investigaciones iban por el mismo camino, poner en práctica todos los conocimientos adquiridos conscientes de que el objetivo de la ciencia era facilitar las demandas del hombre moderno. Con enormes ansias por anticiparse a su tiempo, Ernest y Richard diseñaron un prototipo económico y seguro que soliviantase los problemas de aparcamiento en las grandes ciudades tras percatarse del cada vez más creciente índice de población. Tras largos años de trabajo idearon un prototipo aerodinámico, ligero y de bajo consumo. Pero sus esfuerzos se convirtieron en un monumental fracaso. El inconveniente no solo fue el enorme pitorreo que se generó al probarlo en una gran capital, porque algunos pensaron que estaban ante un desfile de cabezudos, sino que los inversores desconfiaron del invento ya que no cabían en él más de dos pasajeros. Algo que se acrecentó cuando uno de los ejecutivos, como padre de familia numerosa que era, convenció al consejo de administración de la escasa viabilidad del ingenio.

(foto: cortesía de Alfred Dopar)

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Sangri-Las - Leader of the pack (https://www.youtube.com/watch?v=t5vFOpVGjVc)