26 de noviembre de 2012



A tenor de los acontecimientos narrados por mi padre, podría decirse que abuelo Robert estuvo muy alejado de ese papel que le dieron a muchos otros, a los que les suelen llamar testigos de la historia. Porque el abuelo fue un hombre muy despistado, lo que le llevó a perderse algunos de los acontecimientos importantes de su tiempo por la simple razón de que le sorprendieron mirando hacia otro lado. Algo en lo que, según la abuela, influyó el carácter contemplativo de sus compañeros del ejército del aire destinados en un pequeño aeródromo a las afueras de Glasgow, donde fue a parar de manera fortuita. Todos ellos eran civiles movilizados y como tales estaban poco duchos en estrategia militar. Sin embargo y conscientes de ello, los oficiales que estaban al mando se percataron enseguida de que todos ellos presentaban una irrefrenable tendencia común por la observación. Por lo que el teniente Richardson, el superior de mayor rango en aquel lugar, decidió aprovechar tal habilidad para misiones de vigilancia a lo largo de las pistas de aterrizaje, teniendo que dar parte de cualquier factor de riesgo, como la llegada de un frente nuboso o una posible invasión aérea, algo que al parecer no sucedió. Pero el abuelo siempre se sintió orgulloso de su servicio porque, como acredita el único documento gráfico existente de él junto con sus compañeros, tan sólo trató de cumplir su cometido lo mejor que pudo, pese a lo engañoso que pudiera resultar su gesto habitual de tener las manos metidas en los bolsillos.

· Fondo musical para acompañar la lectura:  The Ink Spots - I don't want to set the world on fire (https://www.youtube.com/watch?v=6l6vqPUM_FE)