15 de noviembre de 2012



Desde que le conocí en el instituto, Casimiro siempre mostró una gran pasión por la música siendo para mí, además de mi mejor amigo, un verdadero gurú del rock. También era cierto que su padre trabajaba en una multinacional y cada vez que viajaba a Londres siempre le traía discos de los Kinks, Manfred Mann, The Animals, The Who y tantos otros. Además, Casimiro siempre llamaba la atención por las pintas tan modernas que gastaba. He de reconocer que yo quería ser como él, pero la modesta paga que me daba mi padre apenas me daba para comprar unas casetes vírgenes en las que grababa los discos que me dejaba mi amigo. Aún así tampoco me quejaba, ya que Casimiro me invitaba muchas veces a su casa para escuchar sus novedades discográficas en su tocadiscos, que era de una marca sueca de gran nivel. Pero Casimiro también fue un creador de tendencias que se adelantó a su tiempo. Aún recuerdo las risotadas de muchos cuando apareció la primera vez con aquellos auriculares, uno de los primeros modelos que salieron al mercado y que su padre había adquirido en uno de sus viajes londinenses. Ahí estaba él, enchufado a su magnetófono que llevaba metido en la cartera y consciente de las envidias que despertaba entre los compañeros, porque el podía ir caminando por la calle escuchando música, cuando nadie en aquella época se podía imaginar que décadas después se convertiría en algo habitual.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Kinks - Sunny afternoon (https://www.youtube.com/watch?v=pIKsHh3BFPI)