27 de noviembre de 2012



El tío Benny fue una persona tan cordial como osada. Todo un personaje, decía mi padre. Pese a su aspecto bonachón, fue todo un nido de sorpresas, siendo su desmesurada afición al Jazz la que más llamó la atención de los suyos, convirtiéndole en una especie de bicho raro en la familia. El tío aprendió a tocar la trompeta en sus ratos libres y asistía a todos los conciertos que podía, sobre todo si actuaba su admirado Joe “King” Oliver. Pero su devoción también le ocasionó constantes disputas con la tía Louise que no aprobaba demasiado sus inclinaciones artísticas. La tía le decía que los negocios eran incompatibles con la vida bohemia porque los artistas tenían fama de ser gente de mal vivir, y que si ello llegaba al conocimiento de sus empleados, estos podrían perderle el respeto. El tío Benny solía hablar poco para no empeorar las cosas, y si la tía Luise elevaba la voz, él esbozaba una gran sonrisa tratando de quitarle importancia al asunto. Es por ello que ella tampoco supo que el hombre con el que estaba casada había ganado diez dólares al apostar con sus empleados que sería capaz de hacer que el primer tipo trajeado que se parase en su gasolinera se sirviese él mismo. Lo que el tío no se pudo imaginar es que su víctima fue Roscoe Barnes, el presidente de una de las principales aseguradoras de Chicago.

· Fondo musical para acompañar la lectura: King Oliver's Creole Jazz Band - Dippermouth Blues (https://www.youtube.com/watch?v=J-HJI464CVs)