16 de noviembre de 2012



En mi familia todo era demasiado exagerado. Cuando mi hermana Eva se sacó el título universitario mis padres organizaron una gran fiesta a la que vinieron hasta los conocidos más lejanos. Yo sabía que Eva era como era y que tampoco fue una estudiante ejemplar, pero a ella le pareció desproporcionada la alegría que mostraron nuestros progenitores. Los dos éramos conscientes de que papá y mamá no lo tuvieron fácil en su época, pero una cosa era la superación y otra bien diferente montar tales oropeles y de aquella manera para que todo el mundo se enterase de la brillantez académica de sus vástagos. No era para tanto, porque yo era más bien un estudiante discretito, aunque sabía que a mi madre le gustaba presumir ante sus amigas. Lo bueno de todo este asunto es que yo ya estaba prevenido de lo que me esperaba cuando saqué el bachillerato, porque ella, embargada por el orgullo maternal, se empeñó en que para tal ocasión yo me presentase a recoger el título con la elegancia característica de toda familia de bien. Mi padre, claro está, a pesar de su alegría procuró pasar algo más desapercibido, pero para mis compañeros fui lo mejor del acto académico ya que mi traje de pipiolo, y sobre todo mi clavel en la solapa, les resultó de lo más divertido porque en aquella época yo era punk.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Dead Kennedys - Too drunk to fuck (https://www.youtube.com/watch?v=l7TWLxCIgwE)