5 de noviembre de 2012



La fama de lunáticos que se ganaron los hermanos Coolidge entre los habitantes de Farmington fue a causa de su temprana afición por el mar. Según cuentan algunos de sus compañeros de instituto, todo empezó cuando Benjamín y Jonas Coolidge descubrieron las novelas de Joseph Conrad a cuya lectura se entregaron con entusiasmo. Al parecer, su idea era ir a los mares del sur, por lo que, durante varios años, dedicaron todo su tiempo libre a planear con todo detalle su viaje. Pero al finalizar sus estudios, los sueños de surcar los mares resultaron no ser muy compatibles con los planes que su padre, Ambrose Coolidge, había previsto para ellos, ya que tendrían que hacerse cargo de la pequeña empresa familiar. Las cosas no estaban para perder el tiempo en caprichos absurdos, repetía el malhumorado Ambrose cada vez que sus hijos hacían una alusión marítima. Sea como fuere los años fueron pasando y, tras la muerte del progenitor, Benjamín y Jonas no sólo supieron mantener el negocio, sino que aumentaron las ganancias. Pero jamás pudieron abandonar la localidad que les vio nacer. Es por ello que, en plena madurez y viendo que las cosas iban bien, decidieron materializar las aventuras tantas veces recreadas en su imaginación acondicionando la mansión familiar. El hecho de ver a los Coolidge dando saltos en bañador cuando no sabían nadar y en un lugar como Farmington situado cerca del desierto de Nuevo México, hizo que sus conciudadanos les mirasen con un mayor recelo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bobby Darin - Beyond the sea (https://www.youtube.com/watch?v=Mk9kUaxKl6k)