6 de noviembre de 2012



Las aptitudes inventivas que mostró Hans–Jürgen Weissman en su adolescencia pronto le convirtieron en un vecino conocido entre los habitantes de la pequeña localidad de Hirnsberg. El hijo del relojero parecía que había heredado la precisión de su padre. Y fue, tras graduarse en Ingeniería Mecánica en la Technische Universität de Munich, cuando tuvo la gran idea de crear un vehículo asequible y económico para todo el mundo. Tras un arduo trabajo al que se entregó con entusiasmo llegó el gran día en que presentó su prototipo en público, entre el que se encontraban varios ingenieros de una conocida compañía automovilística que Hans–Jürgen había convencido para que viniesen hasta Hirnsberg. Pero, por las cosas del destino y contra todo pronóstico, significó el fin de su prematura carrera, al menos dentro del mundo del motor, no quedándole más remedio que emplearse en el negocio de su progenitor. Según varios testimonios, se alabaron las buenas intenciones del proyecto, porque un vehículo vendido por piezas de diferentes diseños permitía un modelo personalizado. Pero su ensimismamiento no le hizo caer en la cuenta del engorro que suponía el montaje. Aunque hay quienes han querido ver en este hecho la fuente de inspiración del fundador de una conocida empresa sueca de decoración.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Leo Monosson - Tango "by Markush" (https://www.youtube.com/watch?v=olWAvJU0ZWU)