22 de noviembre de 2012



Sí, ya sé lo que estarán pensando. Que niño tan adorable, ahí, tan mono, posando con su cestita llena de conejitos. Y que cara tan simpática. Seguro que fue un chico muy educado y responsable que siempre sacó matrículas de honor. Lo que le llevó a graduarse en Harvard con la nota más alta de su promoción, para convertirse después en un respetado hombre de negocios que sacó tiempo para promover obras filantrópicas. Quizá a muchos de ustedes les hubiese gustado tener un amigo en el colegio como él. Pero no se engañen. ¿Y si les digo que fue un gusano que pisó a todo aquel que creía que le podía hacer sombra? ¿Qué fue un tiburón de Wall Street arrogante y ambicioso que no dudó en hundir a muchas personas, incluso a sus mejores amigos, con tal de mantener su estatus y ampliar su fortuna? ¿A que ahora les he sorprendido? Pues todo lo que les acabo de decir no es cierto. Lo único que hay de verdad es que ese soy yo hace setenta años. Sí, ya sé que esperaban una gran historia, pero esa no la he tenido. Mi vida ha sido muy normal. Ni tan siquiera recuerdo que fue de aquellos conejitos. Pero me han prestado un poco de atención y eso es lo más importante para mí.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Carroll Gibbons and the Savoy Hotel Orpheans - Music Maestro please (https://www.youtube.com/watch?v=d6Q4QZm6m7Q&feature=related)