13 de diciembre de 2012



Charlie Stevens era un gran aficionado al whisky escocés que trabajó como acomodador en el Theatre Royal de New Castle hasta aquella noche en la que Jack Slocombe, gracias a sus influencias, consiguió estrenar su primera y única obra de teatro. Jack siempre fue un petimetre engreído que miraba por encima de los hombros a los demás. En parte era algo natural, ya que era el único varón de una acaudalada familia, lo que le acostumbró a hacer lo que le venía en gana. De ahí que Jack desarrollase una alta estima sobre sí mismo, convirtiéndose con el tiempo en uno de los mayores cretinos de la ciudad. Lo que la casualidad quiso aquella noche del estreno, es que asistiese al mismo Alexander Mills, el vanidoso crítico teatral de The Times y antiguo rival de Jack desde que se conocieron en la universidad. Como también quiso el azar que ese día Charlie acudiese a su puesto de trabajo con unas copas de más. La representación adquirió unos tintes surrealistas, porque Charlie, dada su ebriedad, se dedicó a entrar y salir dando saltitos por el pasillo del patio de butacas. Jack pensó que aquel tipo lo había contratado Alexander para arruinar su función; éste último creyó que era cosa de Jack, para que no prestase demasiada atención a la obra y así evitar una mala crítica; el público asistente vio aquello como una nueva experimentación de vanguardia; y Philip Owens, el director de la sala, sin perder la compostura, llamó a la policía.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Ambrose & His Orchestra - Scatter Brain (https://www.youtube.com/watch?v=BUK4yF5xpZs)