10 de enero de 2013



Mi padre siempre quiso ser estrella del rock, como sus admirados Rob Tyner y Fred “Sonic” Smith, el cantante y el guitarrista de MC5. Por eso, ya en sus tiempos del instituto y embargado por el movimiento hippie, se entregó en cuerpo y alma a cantar y a tocar la guitarra, descuidando sus estudios para disgusto de mi abuelo, que era un respetable representante comercial de una fábrica de excavadoras en Tulsa. A mi padre le quería mucho pero comprendí, ya en mi adolescencia y por viejas grabaciones caseras, el fracaso de los diversos grupos musicales que lideró. Sin pretender ser descabellada, diría que se defendía como buenamente podía y, aún así, siguió empeñado en convertirse en héroe del rock. Nunca lo consiguió y, sin embargo, vivimos muy bien durante algunos años, porque un promotor de una televisión local le descubrió un día tocando en la calle. Mi padre pensó que había llegado por fin su hora. Y llegó. Pero como imitador de Frank Zappa, algo que según mi madre hacía muy bien, a pesar de que él detestaba el rock progresivo. Sí, he dicho durante algunos años, porque después vino lo de su calvicie y tuvo que reconducir su carrera. Pero eso quizá se lo cuente otro día.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Frank Zappa - Cosmik debris (https://www.youtube.com/watch?v=Dp6LT2MdaPI)