28 de febrero de 2013



La temprana vocación que sintió mi abuelo Takeshi por la música le llevó, según la abuela, a convertirse en un héroe nacional. Pero él siempre decía que ella exageraba, porque sólo siguió los impulsos de su vocación por la tuba, un instrumento al que se entregó en cuerpo y alma desde que lo descubrió en su infancia, convirtiéndose con el tiempo en uno de sus mayores virtuosos y alcanzado un notable éxito durante las varias giras que hizo por Japón antes de la guerra. Pero esa heroicidad que le atribuía la abuela comenzó mientras cumplía el servicio militar, cuando fue enviado con su regimiento a invadir Manchuria. Tras varios meses de campaña, fueron sitiados por sorpresa en una pequeña ciudad que habían tomado unas horas antes y cuyo nombre la abuela nunca logró recordar. Después de semanas de cruentos enfrentamientos la situación se hizo insostenible cuando se quedaron sin municiones. Y el abuelo, en un arrebato de ingenio, propuso a sus superiores una idea para ablandar al enemigo siguiendo su firme creencia de que la música inspira el amor y amansa a las fieras. Según nos contaba la abuela, estuvo un día entero tocando sus tubas, sin descanso. Hasta que a la mañana siguiente se confirmaron sus teorías, cuando en medio de la bruma matutina surgió de la nada una bandera blanca.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Senyu (Japanese military song) (https://www.youtube.com/watch?v=hmjdUD2Vk9Q)

27 de febrero de 2013



Los miembros de mi familia habían sido gente humilde que había dedicado su vida a trabajar muy duro en el campo, hasta que el tío Fred, que era un soñador, decidió en un golpe de locura marcharse a Hollywood para convertirse en actor. La abuela puso el grito en el cielo, llevándose las manos a la cabeza el día que salio por la puerta de casa con el petate al hombro, porque ella pensaba que era una idea disparatada. Yo aún era muy niño y, sin embargo, fui consciente en todo momento de la preocupación de la abuela quien permanecía todas las noches sentada al lado del teléfono. Hasta que, tras un largo silencio, el tío llamó para decirnos que había comenzado a trabajar en el cine con John Wayne. Pero la alegría inicial, con el tiempo, comenzó a trasformarse en misterio, porque cada vez que íbamos a ver una película de John Wayne no veíamos al tío por ningún lado. Recuerdo que un mismo film lo podíamos llegar a ver una decena de veces, y nada, ni rastro de él. Ni tan siquiera su nombre. Y así fueron pasando los años. Yo me marché a estudiar periodismo a Nueva York, luego trabajé en varios diarios, entre medias me casé, tuve hijos y todas esas cosas que suele hacer todo el mundo. Hasta que un día, en realidad hace muy pocos años, en una exposición de fotografías, casi por casualidad, creí encontrar una pista sobre el misterio que había envuelto a la familia durante décadas. Como ya en esa época estaba jubilado y tenía mucho tiempo libre, me puse a indagar descubriendo, varios meses después, que el tío siempre dijo la verdad. Había trabajado con John Wayne en casi todas sus películas, pero también había firmado un contrato de confidencialidad, porque nadie podía saber que, en realidad, John Wayne no sabía montar a caballo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Dean Martin, Ricky Nelson & Walter Brennan - My Rifle, My Pony, and Me/Cindy, del film Rio Bravo (Howard Hawks, 1959) (http://www.youtube.com/watch?v=v2ssbgThljU)

26 de febrero de 2013



Sus investigaciones sobre literatura medieval inglesa habían llevado a Sir Edmond Gardiner a convertirse en una de las mayores eminencias sobre la materia. No sólo fue uno de los miembros más respetados del claustro de profesores de la Universidad de Oxford, sino que su carácter metódico, riguroso y ordenado le proporcionó, sin quererlo, tal popularidad que su nombre llegó a ser conocido en todos los campus británicos. Porque Sir Edmond, en parte debido a su educación victoriana, dominaba de tal manera sus emociones, que nadie jamás le vio cometer error alguno durante los casi cuarenta años de carrera docente, ni tan siquiera el más mínimo exabrupto por muy delicada que fuese una situación. Hasta que Timothy Andrews y Owen Atterbury, alumnos de la promoción de 1905 que, entre la admiración, la curiosidad y sabedores de que ese era el año en el que se jubilaba Sir Edmond, se pusieron a indagar, seguros de sí mismos, que el profesor, como humano que era, tenía que tener alguna extravagancia, aunque ésta fuese muy pequeña. Lo que descubrieron tiempo después, en una pequeña tienda de fotografía en cuyo escaparate, junto con otros retratos, se hallaba el de Sir Edmond con su mujer, sus dos hijas y su madre, con quien, al parecer, estuvo tan unido que, tras fallecer ésta, instaló su tumba en el jardín de su casa y cuya lápida estuvo presente, y en primer término, en todos y cada uno de las fotos que se hicieron en familia.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Enrico Caruso - "Mi par d'udir ancora", de I pescatori di perle de Georges Bizet (https://www.youtube.com/watch?v=NxhFZK3F81Y)

25 de febrero de 2013



Según nos contaba el abuelo, el tatarabuelo Ricardo, quien estaba destinado a seguir los pasos de su padre como curandero en el pueblo, había desaparecido sin dejar rastro alguno tras marcharse a Segovia para cumplir el servicio militar. Al parecer, después de un tiempo sin tener noticias de él, y ante la enorme preocupación de la familia, su padre hizo la maleta y partió en busca de su hijo. Pero las pesquisas fueron infructuosas, con lo que acabó regresando, cabizbajo, con la única noticia de que, según un furriel, Ricardo había desertado porque aquello le parecía muy aburrido cuando él sentía que estaba destinado a tener una vida más espiritual. Sea como fuere, nunca más se supo de Ricardo, lo que dio origen a muchas habladurías que pusieron de manifiesto la gran imaginación que tenían los habitantes del pueblo. Muchos años después, alguien de la familia creyó reconocer al tatarabuelo en una fotografía publicada en un número de la revista “Blanco y Negro”, aunque tampoco se pudo comprobar a ciencia cierta si era él, ya que parte del rostro de aquel hombre estaba cubierto por una poblada barba. Y además, había pasado tanto tiempo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Tommy Dorsey - Song of India (http://www.youtube.com/watch?v=UaZpQ2u9KOA)

22 de febrero de 2013



A pesar de sus cuantiosos intentos con el petate al hombro en su deseo por descubrir nuevos horizontes, Manuel López nunca pudo salir de su pequeña aldea de Galicia. Sea porque tuvo que ayudar a su padre en el cultivo de sus tierras o después, cuando debió de prestar cuidados a su anciana madre a quien la enfermedad tuvo inmovilizada en su casa durante más de una década, el caso es que los sueños de Manuel se fueron quedando en eso, en simples sueños. No por eso, consciente de las dificultades que le tocaron vivir tras el fallecimiento de su progenitor, y lejos de tirar la toalla, Manuel consiguió con mucho esfuerzo una plaza como cartero en la que tenía que cubrir su municipio y algo más, la comarca entera y sus alrededores. Pero como era un hombre práctico e inquieto, enseguida puso su cabeza a dar vueltas para lograr una mayor eficacia en el reparto, porque la bicicleta, aunque le ayudaba a mantenerse en forma, acababa siendo un ejercicio muy fatigoso y, a veces, demasiado lento a causa de la orografía del terreno. Y es ahí donde comienza la leyenda, porque algunos dicen que Wernher von Braun, el ingeniero que años después lograría que el hombre llegase a la luna, hizo al parecer una escala en la aldea donde vivía Manuel antes de partir definitivamente a los Estados Unidos. Y aunque no sabía hablar castellano, conoció el ingenio que Manuel, en su inocente candidez, le había mostrado para hacer más óptima la distribución del correo. De ahí que algunos siguen defendiendo que Manuel López fue el verdadero pionero de la carrera espacial.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Three Flames [Tiger Haynes (guitar); Roy Testamark (piano) & Bill Pollard (bass)] - Blue Moon (https://www.youtube.com/watch?v=p6lO3pjGRrg)

21 de febrero de 2013




Dicen que Mr. Roberts vio la luz una tarde gris de febrero cuando, subido en el tejado de su casa para arreglar una teja, cayó un rayo en diagonal que pasó muy cerca de sus espaldas. El sobresalto fue tal que Mr. Roberts perdió el equilibrio y rodando por uno de los aleros llegó hasta el borde, donde las ramas de uno de los árboles de su jardín fueron frenando su caída hasta el suelo. Ni siquiera se torció un tobillo, tan sólo apenas unos rasguños. Un milagroso acontecimiento que Mr. Roberts tradujo como una señal divina. Es por eso que se convirtió en predicador, fundó su propia iglesia e inició un largo viaje en búsqueda de almas descarriadas. Pero su misión evangelizadora nunca dio los frutos deseados, aunque al parecer Mr. Roberts mantuvo intacta la fe y el entusiasmo hasta el final de sus días. En su localidad natal aún hoy en día circulan algunas teorías entre los ancianos del lugar para tratar de explicar su escaso éxito. Unos dicen que la oratoria no era su fuerte, otros que sus ademanes algo exagerados le hacían parecer más un iluminado que un misionero; e incluso los hay que lo achacan únicamente a su sempiterno traje blanco, porque los predicadores siempre van vestidos de negro.
 
· Fondo musical para acompañar la lectura: Clarence Clay & William Scott - Wake up in glory (https://www.youtube.com/watch?v=GyrOmsmP-Ug)

20 de febrero de 2013



El matrimonio formado por Hildy y Leonard Thornton alcanzó una cierta popularidad en la localidad donde vivian debido a su peculiar estilo de vida al que sus conciudadanos calificaban como demasiado atrevido. Porque los Thornton, simplemente y por cosa de las circunstancias, habían intercambiado sus roles, algo insólito para la retrógrada sociedad de aquella época. Hildy era la encargada del departamento de perfumería en unos grandes almacenes mientras que Leonard se ocupaba de las tareas del hogar. Una situación que al parecer llevaron con mucha naturalidad y discreción, porque eran conscientes de las habladurías que provocaban. Pero lo que de por sí era algo extraño para los habitantes de Smithville, Texas, para los que cualquier pretexto era bueno con tal de combatir el aburrimiento, se tornó en misterio cuando la mujer del alcalde y sus amigas se percataron de que todos los sábados, en un parking del centro de la villa, Hildy dormía en el automóvil, lo que dio origen a diversos rumores como que, por muy modernos que fuesen, entre ellos había desavenencias. Intrigadas por ello, instigaron a Bobby Hackett, el cronista de sociedad del periódico local, para que investigara el asunto. Pero no hubo nada más allá de que a Leonard, al contrario que Hildy, le gustaba ir de compras, y que él no sabía conducir.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Tony Scott & Horst Jankowski - Lullaby of Birdland (https://www.youtube.com/watch?v=KwEhYRXjuOM)

19 de febrero de 2013



En su adolescencia fueron la pareja más popular del instituto. La bella Myrna y el atractivo David parecían destinados a tener una vida de ensueño. Y en cierta manera así fue porque, tras graduarse en leyes, David había conseguido un buen puesto en el departamento legal de una importante compañía inmobiliaria, mientras que Myrna se consolidaba como redactora jefe en una conocida revista de moda. Las cosas no podían ir mejor, con una bonita casa en un buen barrio residencial que Myrna decoró siguiendo las últimas tendencias del momento, con un flamante Cadillac delante de su puerta y las repetidas salidas a eventos sociales de la más diversa índole. Hasta que vino aquella fatídica tarde del 23 de abril de 1956 cuando la adversidad apareció por primera vez en sus vidas. Al tropezar con la alfombra, David había derramado la cerveza y la fuente de patatas fritas en el abrigo de Chanel que había dejado Myrna sobre el sofá mientras ella preparaba su bolso antes de irse a un desfile de alta costura. En su intención por salvar la prenda, Myrna había golpeado de soslayo la televisión, justo en el momento en que se emitía el partido de los Knicks de Nueva York, cayendo, irremediablemente, el aparato al suelo. Esa tarde, Myrna y David no podían explicarse por qué a ellos, que siempre les habían salido bien las cosas, ese día les abandonó la suerte.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Carl Orff - "Oh Fortuna" de Carmina Burana (Sergiu Celibidache & Coros y Orquesta Filarmónica de Munich) (https://www.youtube.com/watch?v=k0JZUGwD0CE)

18 de febrero de 2013



La familia Fitzpatrick había amasado una gran fortuna con su cadena de supermercados convirtiéndose en una de las estirpes más poderosas de la Costa Oeste. Su gran habilidad, así como la imperturbabilidad con la que llevaban la compañía, contrastaba con el carácter nervioso e impaciente que parecían reservarse para la intimidad. Esa agitación que les impedía estarse quietos acabó transformándose con el tiempo en una pesadilla para los numerosos fotógrafos que intentaron realizar el retrato en grupo que el patriarca de los Fitzpatrick ansiaba desde hacía años. Había un rumor que afirmaba con cierta malicia que llegaron a conocer a todos los miembros de la agencia Magnun Photos. Hasta el día en el que la desesperación de Alex Blackwood, quien había alcanzado una cierta notoriedad con sus reportajes sobre animales en la sabana africana, hizo que, impotente por tan dificultosa tarea de mantener inmóvil a la familia, abandonase el lugar olvidando su cámara fotográfica sobre un banco de piedra. Momento que captó el pequeño Ralph jugando con la que le habían regalado en su primera comunión y en el que, sin querer, casi estuvo a punto de conseguir la tan deseada instantánea sino fuese porque las tías, inmiscuidas en su conversación, salieron sin mirar al frente.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bob & Alf Pearson - Family favourites Medley: Why Worry / Mistakes / There's Always Room At Our House / At The End Of The Day (https://www.youtube.com/watch?v=vwxXfMYQbDM)

15 de febrero de 2013



La férrea educación victoriana que recibió la Sra. Danvers no pudo impedir que durante su infancia soñase con otros mundos en la intimidad de su habitación. Después, ya en su juventud, fue consciente del futuro que le esperaba en una sociedad tan rígida y conservadora como la que le había tocado vivir. Una situación que perduraría con Nicholas Danvers, el apuesto joven contable con el que contrajo matrimonio y cuyo carácter flemático y estricto a la hora de cumplir los horarios y las costumbres condicionaría la vida en el hogar. Nunca salieron de Londres, porque además vinieron cuatro hijos. Y, aún así, pese al enorme trabajo que implicaban sus retoños, la sra. Danvers encontró tiempo para dejar volar su imaginación. Es por eso que, aquella tarde del 21 de mayo de 1953, vio la ocasión para poder hacer realidad sus fantasías cuando, yendo de paseo con la Sra. Davis, le pidió a ésta que le hiciese una fotografía de aquella manera. Aunque ese pequeño acto fue en realidad una simple e inofensiva travesura de la que el Sr. Danvers nunca se enteró, ella tuvo, al menos por un instante, esa sensación haber realizado un largo viaje en motocicleta por algún exótico lugar.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Sam Lanin's Orchestra - A siren dream (https://www.youtube.com/watch?v=MZpiosMLYqY)

14 de febrero de 2013



Billy Page nació en el seno de una familia humilde que, procedente de la localidad británica de Heston, había emigrado a New York. Como muchos otros niños, fue normal, es decir, pasó sin pena ni gloria por la escuela. Y, aunque no prosiguió estudios universitarios, su padre, que tenía una pequeña tienda de ultramarinos en Brooklyn, nunca ocultó a los demás el gran orgullo que sintió cuando su hijo consiguió un puesto como agente de seguros en una importante compañía. Y Betty Plant fue una niña sonriente a quien Billy conoció, por azar, en una fiesta en la casa de un amigo común. El flechazo inmediato que se produjo entre ellos cuando Billy la sacó a bailar, fue el comienzo de un matrimonio al que tan sólo separó la muerte, cuando Billy murió casi nonagenario. No hubo grandes acontecimientos en su vida fuera de los horarios que marcaba la vida laboral. Pero, aún así, Billy y Betty siempre se amaron. De su historia, dicen, aportó algún dato más Jimmy, el hijo del único hermano de Billy que se quedó en Inglaterra, con una canción que hizo con un grupo de amigos músicos. Pero es algo que aún está por comprobar.

(14 febrero 2013)

· Fondo musical para acompañar la lectura: Led Zeppelin - Since I've loving you (https://www.youtube.com/watch?v=_ZiN_NqT-Us)

13 de febrero de 2013



Desde que tuvo uso de razón, Achille Dumont tuvo muy clara cual era su vocación, dando en aquellos tiempos sobradas muestras de una precocidad asombrosa. Es por ello que, ya en su juventud y plenamente decidido a comerse el mundo para alcanzar su propósito, comenzó a indagar cual era el camino idóneo que debería tomar. Claro que todo ello le implicó problemas académicos que repercutieron en la relación con sus padres, porque éstos, no sólo no aprobaban su actitud, sino que era fuente constante de disputas domésticas. Pero Achille no se amedrentó por ello y prosiguió con su plan, aunque tuviese que abandonar los estudios universitarios, cosa que acabó haciendo en el primer año de carrera. Como venía de una familia adinerada, lo que significaba el sustento asegurado, tan sólo tenía que aplicar la técnica de la apariencia, es decir, hacer creer a sus progenitores que cumplía con lo que ellos querían. Pero a partir de aquí hay muchos puntos confusos en la biografía de Achille, en parte porque procuró en todo momento llevar su existencia con la mayor discreción posible, algo que era imprescindible para desarrollar su pasión con total tranquilidad. Hay incluso quienes especulan que, por mantener la honorabilidad de su apellido, se metió en política, y que si no hay constancia de ello es porque fueron sus asesores los que se encargaron de los quehaceres del cargo. Sea lo que fuere, Achille vivió entregado a su vocación, con su sempiterno habano en la boca, hasta edad muy avanzada.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mary Ford & Les Paul - How high the moon (https://www.youtube.com/watch?v=5dxYncc0fy8)

12 de febrero de 2013



Por culpa de su sobrino Jeremiah, la que debía ser la obra magna de Hans Pfiffner acabó convirtiéndose, justo cuando llevaba apenas unos días en las librerías, en un tratado incomprendido, y hasta incluso denostado, por la mayoría de las instituciones académicas de la época. Algo a lo que contribuyó la fama que le precedía, cuando era profesor ayudante en la universidad de Göttingen, donde había sido tachado de díscolo y osado al exponer por primera vez sus revolucionarias teorías en una prestigiosa publicación científica sobre psicología. Al parecer, y ante el rechazo obtenido, Pfiffner emigró a América en busca de una mejor comprensión. Y aunque obtuvo una plaza en Yale, las habladurías continuaron persiguiéndole por las aulas. Aún así, Pfiffner siguió entregado en cuerpo y alma al estudio de la inconsciencia del ser humano y que, según él, iba a suponer una nueva perspectiva para la psicología moderna. Hasta que vino aquel fatídico día, en forma de visita familiar, y en la que apareció el pequeño Jeremiah quien, con la cámara fotográfica que le había regalado su padre, puso al descubierto con todo detalle el concienzudo método de trabajo de su tío.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bix Beiderbecke - There'll come a time (https://www.youtube.com/watch?v=7pj1ZEKz4Cw)

11 de febrero de 2013



Nunca podré olvidar a Molly Johnson. Siempre había sido una chica decidida, extravertida y sofisticada con una insólita capacidad para adaptarse a las situaciones más difíciles. Recuerdo que era capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus propósitos. Y los lograba siempre. De ahí que se ganase la fama de libertina, porque Dixmont era en realidad una localidad de mentecatos retrógrados en la que las madres hacían lo posible para que sus hijos no se acercasen a Molly, como los padres trataban de impedir que sus hijas se hiciesen amigas de ella, todo porque temían que ejerciese malas influencias en ellos. No era mi caso, porque yo entendía a Molly, aunque fuese invisible para ella. Hasta que vino Peter, un mamarracho de buena familia que se las daba de seductor, por quien Molly tomaría la afortunada decisión de hacer las maletas y abandonar Dixmont. Ella se había enamorado de él, pero su relación, si es que se le puede llamar así, duró apenas unas pocas horas, cuando el descerebrado de Peter la invitó de picnic en su flamante automóvil. Como hacía un día nublado, al muy idiota no se le ocurre otra cosa que meter la comida dentro del vehículo, que además era biplaza. Y Molly, por la cosa del amor, aceptó ir detrás. Nunca supimos que sucedió, tan sólo que Molly regresó andando y completamente mojada.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Guy Lombardo - September in the rain (https://www.youtube.com/watch?v=PLqODPIkWo4)

8 de febrero de 2013



A lo mejor hoy esperan una historia sorprendente, enrevesada o de esas en que la cosa comienza de aquella manera y acaba de otra bien diferente. Pues no. Esta vez prefiero pecar de cauto y decirles que no les puedo prometer nada, porque es una cosa que le sucedió a mi prima Eve, con la que descubrí que el amor es ciego cuando se encaprichó de uno de esos encantadores de serpientes que venía con el cuento de que era un investigador marítimo al que le gustaba la acción y el peligro. Y les reitero lo de ciego, porque las veces que vi al sujeto estaba con la escafandra puesta, a punto de sumergirse, por lo que, a menudo me preguntaba si mi prima le había visto alguna vez la cara. Sea lo que fuere, a ella la recuerdo embelesada, con la mirada perdida. Estaba enamorada. Es por eso que, al ver el estado cataléptico de su hija, el tío Raymond decidió intervenir. Además, como viejo lobo de mar que era, se había percatado de las ínfulas que se daba el buzo que, por sus maneras, decía el tío, era el prototipo del típico caradura con una novia en cada puerto. Por ello, en uno de esos momentos en el que el susodicho estaba buceando en el muelle, el tío le quitó el tubo del aire, así, sin más. No, no pasó nada, porque le sacaron muy rápido del agua. Sólo que, ante la agresión recibida y, sobre todo, por el tío Raymond que, de lo bruto que era daba miedo, el tipo, temeroso, recogió sus cosas y desapareció lo más rápido que pudo. Eve conoció después a Bernie que, aunque no era nada del otro mundo, al menos le podía dar besos sin una escafandra de por medio.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Phil Phillips - Sea of love (https://www.youtube.com/watch?v=EroRtEUmZcU)

7 de febrero de 2013



Fueron muchos años soportándolo, intentando dominar mis nervios que iban en aumento con el paso de los días. Y aunque notaba que me afectaba a la salud, procuré tener paciencia. Reconozco que al principio me hizo gracia. Hasta me pareció exótico. Pero después las cosas comenzaron a empeorar. Traté de dialogar con él, aunque siempre terminábamos con una monumental bronca. Hubo un momento en que se me agotaron las palabras, y pasé a idear todo tipo de estratagemas para acabar de una vez por todas con todo aquello. Ni siquiera los tranquilizantes me hacían efecto, hasta que la situación llegó a un límite insostenible, como mi agotamiento mental. Sé que mi decisión fue extrema, pero no tenía otra salida, aunque también era consciente de lo que me esperaba después. Llevo algo más de dos décadas cumpliendo cadena perpetua y he de confesarles que no me arrepiento de nada. Ni siquiera del día que conocí a Leopold. Era un austriaco muy apuesto que había venido a hacer su tesis doctoral sobre musicología en Harvard. Me enamoré perdidamente de él. Aunque en aquellos días jamás pude pensar que lo nuestro acabaría por culpa de su desmedida entrega al estudio de la música del Tirol que sonaba a todas horas en su tocadiscos.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Franzl Lang - Weil wir von Hinterblixen sind (https://www.youtube.com/watch?v=A83QCxSPBk0)

6 de febrero de 2013



Las anotaciones que dejó escritas Heriberto Díaz no ofrecieron las suficientes pistas para aclarar un caso que obsesionó al detective Quinn desde el momento en el que salió a la luz provocando una enorme conmoción general. Porque Heriberto se acabó convirtiendo en el centro de lo que se sospechaba que era un complejo entramado que salpicó a las altas esferas políticas, jurídicas y empresariales, y que tenía, al parecer, ramificaciones con el mundo del hampa. Era un asunto insólito y extraño, y no sólo para el detective Quinn, el hecho de que un modesto emigrante español consiguiese tales influencias con sólo el pequeño restaurante que había abierto años atrás en Queens. Y, aún así, las sucesivas detenciones, interrogatorios y procesos judiciales sólo aportaron nuevas incógnitas. Según un cliente habitual, del que no ha trascendido su nombre, Heriberto siempre había sido un hombre reservado, poco hablador, escasamente simpático y de no demasiada cultura por lo que, al parecer, y viendo lo que se le venía encima, decidió desaparecer. Se intervinieron sus cuentas bancarias en las que apenas se encontraron unos pocos dólares, como tampoco se halló rastro alguno que indujese a pensar en un posible suicidio. Lo que generó un sinfín de suposiciones: que si había sido un gran error por la incompetencia de las autoridades, que si lo utilizaron como cabeza de turco o incluso que había huido a un país caribeño con una gran fortuna. Varias décadas después, y días antes de jubilarse, el detective Quinn localizó a uno de sus empleados en una residencia de ancianos quien aportó el único dato íntimo que se conoce de Heriberto hasta la fecha, al decir, cuando el agente le mostró las misteriosas notas que dejó escritas, que aquella no era su letra, sino la de su estomatólogo, porque aquel, al parecer, sufría unos dolores tan fuertes a causa del estreñimiento que a veces había pensado en tomar medidas extremas. El caso aún sigue abierto.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Mills Brothers - How'm I doin', hey. hey (https://www.youtube.com/watch?v=Q_Knzwe15PY)

5 de febrero de 2013



El enorme optimismo que siempre derrochó el tío Lionel le convirtió, sin quererlo, en el hombre más longevo de Bayfield, Wisconsin, una localidad situada a las orillas del Lago Superior. Desde muy joven, el tío había despertado las simpatías de la reducida clientela que acudía religiosamente a la pequeña tienda de su padre y que después heredaría y mantendría hasta su jubilación gracias a su gran afabilidad. Y no era para menos, ya que en aquellos tiempos, Bayfield era un minúsculo lugar con muy pocos habitantes. Pero si hubo algo que hizo célebre al tío en la comarca fue, precisamente, ese optimismo unido a su irreducible perseverancia cuando se entregaba en sus ratos libres a la gran pasión de su vida, la pesca. Una vez que acoplaba su pipa en la boca y desplegaba su caña, el tío Lionel lograba tal concentración que se le olvidaba hasta del paso de las horas. Incluso la mayoría de las veces la tía tenía que ir en su búsqueda para que regresase a casa a cenar. Pero lo insólito de aquello no era su quietud, sino los trofeos que obtenía y que él, sin perder un ápice de humor, mostraba a sus amigos con total naturalidad. Porque el tío Lionel siguió pensando hasta el último día de su vida que su gran pieza aún estaba por capturar.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bing Crosby & Louis Armstrong - Gone fishin (https://www.youtube.com/watch?v=vYtYCSXRpzc)

4 de febrero de 2013



Henry fue uno de mis mejores amigos de la infancia. Después, en la adolescencia, fuimos juntos al instituto, donde su padre era profesor de filosofía. Henry fue un estudiante brillante. Sin embargo, ese no era mi caso y por eso acabé ayudando al mío en la ferretería. Pero lo cierto es que siempre le admiré y le envidié a partes iguales, porque Henry era una persona inteligente, abierta, demasiado perfecta, siempre sonriendo. A veces me preguntaba si tenía algún defecto o un lado oscuro. Tenía que tener algún punto débil, pensaba en numerosas ocasiones. Pero lo cierto es que nunca le vi llorar, ni enfadarse, ni siquiera quejarse. Luego, cuando comenzó sus estudios superiores en una universidad de prestigio, muy lejos de la pequeña ciudad que nos había visto crecer, empecé a verle cada vez menos. Sin embargo, las pocas noticias que me llegaban de él eran sobre sus éxitos profesionales. Su carrera había ido tan lejos que incluso su efigie fue portada del Time. Y, a pesar de todo esto, el enigma sobre el insólito aplomo de Henry siguió planeado en mi cabeza durante décadas. Hasta que, por cosas del destino, lo supe por él mismo cuando, ya anciano, regresó a la vieja casa familiar para arreglar su testamento. Me confesó que no podía acordarse del rostro de su padre por culpa de una travesura que hizo a los cinco años de edad. Los recuerdos se vuelven borrosos, me decía, y suplimos ese olvido con idealizaciones de los mismos al tratar de recomponerlos. Y el padre de Henry, para colmo, detestaba que le fotografiasen, y aquel día, al parecer, la madre de Henry, por medio de triquiñuelas, había conseguido ponerlo ante una cámara. Momento en el que Henry se dio la media vuelta para orinar. Ante tal situación, su padre reaccionó llevándose la mano a la cara. Henry me decía, entre carraspeos, que era la única imagen que conservaba de su padre.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Horace Silver - Song for my father (https://www.youtube.com/watch?v=CWeXOm49kE0)

1 de febrero de 2013



No lo elegí. Simplemente, un buen día, por la decisión de otros vine al mundo. Y mi existencia fue la que tuvo que ser, es decir, lo que me impusieron los otros. A mi hermana y a mí nos tocó la acomodada vida burguesa de una ciudad de provincias. Y sí, crecimos entre algodones, pero también nos tocó obedecer, hacer infinidad de cosas que no nos gustaban y ser muchas veces castigados. Porque los otros, o sea nuestros padres, eran autoritarios, conservadores y unos obsesos con eso de guardar la apariencias ante sus pudientes y petulantes amistades. Yo detestaba todas esas plúmbeas parafernalias que organizaban de tanto en tanto, un odio que crecía cada vez que me hacia más consciente de mis cada vez más escasas posibilidades de escape. Sentía un incontrolable deseo de rebelarme contra todo aquello. Es por ello que, al descubrir los experimentos de Nikola Tesla, decidí pasar a la acción. Ahora pienso que mi hermana no tenía la culpa cuando desplegué toda mí crueldad el día de su comunión, pero no podía soportar su cursilería, como tampoco a mis padres babeando mientras el fotógrafo nos hacía el retrato. Días antes había construido, lo mejor que pude, una pequeña réplica casera de uno de los inventos de mi admirado Tesla. Sí, el de la transmisión inalámbrica de energía eléctrica del que, en mi ingenuidad, pensaba que me haría desaparecer de aquel horrible instante teletransportándome hacia la libertad. Y lo hice. Pero sólo conseguí un fogonazo, el justo para provocar un monumental susto a todos los presentes y el correspondiente castigo ejemplar del que prefiero en estos momentos no hablarles.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Edo Ljubic - U Stambulu (https://www.youtube.com/watch?v=uDIkmO3O4-E)