21 de febrero de 2013




Dicen que Mr. Roberts vio la luz una tarde gris de febrero cuando, subido en el tejado de su casa para arreglar una teja, cayó un rayo en diagonal que pasó muy cerca de sus espaldas. El sobresalto fue tal que Mr. Roberts perdió el equilibrio y rodando por uno de los aleros llegó hasta el borde, donde las ramas de uno de los árboles de su jardín fueron frenando su caída hasta el suelo. Ni siquiera se torció un tobillo, tan sólo apenas unos rasguños. Un milagroso acontecimiento que Mr. Roberts tradujo como una señal divina. Es por eso que se convirtió en predicador, fundó su propia iglesia e inició un largo viaje en búsqueda de almas descarriadas. Pero su misión evangelizadora nunca dio los frutos deseados, aunque al parecer Mr. Roberts mantuvo intacta la fe y el entusiasmo hasta el final de sus días. En su localidad natal aún hoy en día circulan algunas teorías entre los ancianos del lugar para tratar de explicar su escaso éxito. Unos dicen que la oratoria no era su fuerte, otros que sus ademanes algo exagerados le hacían parecer más un iluminado que un misionero; e incluso los hay que lo achacan únicamente a su sempiterno traje blanco, porque los predicadores siempre van vestidos de negro.
 
· Fondo musical para acompañar la lectura: Clarence Clay & William Scott - Wake up in glory (https://www.youtube.com/watch?v=GyrOmsmP-Ug)