14 de marzo de 2013



Aunque hoy en día a nadie le suena el nombre de Hermenegildo García, lo cierto es que se convirtió en una de las personalidades más célebres e influyentes del París de la Belle Epoque. Incluso las autoridades y la alta sociedad de aquella época acudían con entusiasmo a sus actuaciones. Hay testimonios que afirman que hubo momentos en que llegó a eclipsar la figura del gran Houdini. Pero a Hermenegildo, que nació en un pequeño pueblo de Soria, jamás se le pasó por la cabeza rivalizar con aquel, porque era un hombre muy humilde y, además, su especialidad no era el escapismo, sino el submarinismo, algo en lo que el prestigioso crítico de arte Victor Jolivet percibió un “Istmo”, en el sentido de que vio en su acción una reveladora forma de expresión artística que trascendía más allá de la representación plástica tradicional para proponer una honda reflexión sobre la soledad del hombre moderno, lo que le llevó a elevar el nombre de Hermenegildo a la categoría de artista innovador dentro de las Vanguardias Históricas, y con ello, gracias a su gran influencia, a que presentase su obra en el Museo de Orsay. Hoy en día, hay especialistas y teóricos del arte que le consideran el verdadero creador de la performance. Pero los datos posteriores sobre Hermenegildo son difusos, ya que, a pesar de la fama adquirida, un buen día dejó de actuar sin razón alguna por lo que su nombre se desvaneció lentamente en el olvido, aunque la leyenda dice que falleció a causa de una deshidratación.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Camille Saint-Saëns - "Aquarium" de El carnaval de los animales.