17 de abril de 2013



Mi padre fue el bicho raro de una familia que tuvo fama de ser bastante peculiar, aunque los abuelos tampoco hicieron mucho para hacerle cambiar de opinión ya que, según ellos, había que dejar expresar libremente a los hijos para, a partir de sus inquietudes, orientarles lo mejor posible. Según me contaron, cuando mi padre dijo que quería ser ingeniero, hubo sorpresa general en los miembros de la saga, ya que nadie había destacado en las ciencias y, ni mucho menos, ninguno había cursado estudios universitarios. El abuelo era cantante en un conjunto musical que hacía sus pinitos, al parecer, tocando rockabilly, de ahí que se dejase un tupé siendo, según él, un adelantado en su uso, ya que sostenía con orgullo que fue imitado por Gene Vincent y Bill Haley entre otros. Pero la realidad es que, pese a sus ínfulas, nadie conocía a su grupo fuera del ámbito de sus amistades. La abuela, que era una mujer de educación tradicional y la única que tenía los pies en el suelo, le permitió que siguiese haciendo gorgoritos con el micrófono con tal de que mantuviese su empleo de contable en unos grandes almacenes. Y la tía, que ya mostraba de niña una afición por el mundo exotérico, acabaría compaginando sus sesiones de espiritismo con la sección del horóscopo en un periódico local, lo que le dio una cierta popularidad en el vecindario. Pero la verdad es que mi padre ya tenía desde niño un aire especial que le distinguía de los demás, con esa cara de empollón repeinado y su sempiterna chaqueta bicolor.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Johnny Key & The Kool Kats - London is my Hillbilly Home (https://www.youtube.com/watch?v=n16QOcblq1k)