23 de abril de 2013



Nunca, después de más de treinta años entregado intensamente al estudio del firmamento, el astrónomo ruso Anatoli Konstantinov había vivido algo tan extraordinario como cuando llegó a aquel lugar, dejando plena constancia de ello en su diario para conocimiento, decía, de las siguientes generaciones de científicos. Según cuenta, fue durante un viaje a la estepa, mientras buscaba por encargo del Instituto Aeroespacial de Moscú un sitio para instalar un nuevo observatorio astronómico. Según Anatoli, llevaba algo más de cinco horas caminando cuando apareció, como venido de la nada, un inquietante grupo de extraños seres quienes sin emitir ruido alguno se pararon ante él, inmóviles, mirando fijamente su figura. Anatoli escribe que un hormigueo comenzó a recorrer su cuerpo mientras observaba, atónito, a todos aquellos entes estáticos. Era un momento histórico, pensó por un momento. El tan ansiado contacto se había producido y además con una colonia entera. Cuando levantó el antebrazo e hizo varias veces el gesto de saludo con la mano, vio que algunos comenzaron a ladear ligeramente sus cabezas. Anatoli dice que después perdió el conocimiento y que lo siguiente que recuerda es la habitación de un hospital. Hasta que falleció por causas naturales en 1940, tres años después del insólito encuentro, Anatoli siempre defendió con empecinamiento que todo cuanto vio fue real, sin saber que, precisamente, aquel día se había producido la rotura de un conducto de gas de considerables dimensiones.

(Foto: cortesía de Paloma Canivet)


· Fondo musical para acompañar la lectura: Johann Sebastian Bach - Ich ruf zu dir, Herr Jesu Christ f-moll BWV 639 (https://www.youtube.com/watch?v=X9Dh43kVL1Q)