6 de mayo de 2013



A Marcel Leterrier le dio un vuelco el corazón el día en que entró a trabajar Anne Lémieux como dependienta en el departamento de sombreros del que él era el encargado. Y después, en los subsiguientes días, comenzó a notar que cada vez que estaba ante ella algo extraño sucedía en su interior, como si tuviese mariposas en el estómago. Hasta que no pudo evitar dejarse llevar por sus impulsos y, aprovechando los momentos en que no había clientes, comenzó a flirtear con Anne. Pero Leterrier, que era un caballero a la antigua usanza, también padecía una extrema timidez que siempre le provocaba tartamudeo, lo que le había ocasionado no pocas frustraciones. Adèle Bonnaire, la encargada de la sección de bisutería y quien mejor conocía a Leterrier, afirmaba que nunca le había visto tan enamorado como esa vez. «Él sabía que era incapaz de controlar sus nervios, sus sudores y sus balbuceos cada vez que se acercaba a ella. Por ello había decidido cambiar de estrategia, para evitar un nuevo desastre». Según Adèle, «Leterrier gastó más de un centenar de carretes de película porque le iba enviando las fotografías que sacaba, casi a diario, de ella con él reflejado en el espejo del mostrador. Creo que era su manera de decirle que formaban una buena pareja y que por ello le pedía el matrimonio. Pero Anne había captado el mensaje y por eso ponía esas caras, como tratándole de decir que para ella era justo lo contrario. No puedo contar mucho más –concluye Adèle–, porque si había algo que ambos tenían en común eso era la discreción».

· Fondo musical para acompañar la lectura: Darío Moreno - Tout l'amour (http://www.youtube.com/watch?v=u1KFyJZwCbE)