7 de junio de 2013



Mi tío tuvo una teoría que causó, al menos en la pequeña ciudad donde vivíamos, bastante revuelo. Aunque pese a que le tacharon de lunático, nunca le importó lo que pensasen los demás. Según decía, el meollo del asunto estaba en el modo de ver del mundo. Él, que no había cursado estudios superiores, fue un autodidacta que se atrevió a poner en duda las teorías sobre la percepción, ya que afirmaba que había encontrado el sistema para ver la realidad de una manera más clara, incluso precisa, aproximándole a lo que él llamaba la esencia de las cosas. Todo aquello, según el abuelo, estaba muy bien, pero no daba dinero, y el estómago tampoco entendía de filosofía. Pero el tío era muy cabezón. Decía que la verdad estaba al alcance de la mano de cualquiera. Lo único que había que hacer era entornar la vista y observar lo que había alrededor. Y él afirmaba que la había descubierto. Por eso, a partir de aquel momento, no se atrevió a abrir demasiado sus ojos.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Lester Young - These foolish things (http://www.youtube.com/watch?v=6w5PekfV4dY)