3 de septiembre de 2013



No tengo palabras para explicarles las peculiaridades de mi familia y menos aún para describir a mi primo Anselmo, que se había empeñado en ser fotógrafo. Algo que nunca pudo entender el tío, que era propietario de una pequeña tienda de ultramarinos y cuyo deseo era que su hijo heredase el negocio. Claro que yo sólo era un mero espectador de aquellas aburridas reuniones que organizaba mi padre cada tantos domingos, y en las que Anselmo sacaba su cámara y se ponía a disparar como un loco. Como también se montaban tremendas trifulcas cuando, ante la insistencia de unos y otros, el primo mostraba las fotos de anteriores encuentros. Él siempre se defendía diciendo que eran ejercicios introspectivos sobre si mismo frente al mundo. Pero el problema era que el mundo, es decir, la familia, nunca fue demasiado fotogénica, ni siquiera cuando se les retrataba por sorpresa. Y Anselmo tampoco tuvo demasiado talento, pese a la osadía de algunas de sus composiciones.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Kinks - Picture book (http://www.youtube.com/watch?v=EdUNiPDKYd4)