1 de octubre de 2013



Ese día el cielo amaneció demasiado gris. Pero aún así decidimos ir a la costa. Hacía mucho tiempo que no salíamos de casa pues mi mujer pasó un otoño bastante fastidiada con los achaques propios de la edad. Somos mayores. Pero ese día, en esa excursión, sentimos por primera vez el miedo, el miedo verdadero, justo en el momento que visitábamos los restos de un naufragio que la marea, al bajar, dejaba al descubierto, convirtiendo aquella desierta playa en un lugar fantasmal. Tampoco había un alma a nuestro alrededor. Estábamos solos. Y de repente, ocurrió todo, cuando mi cuñado decidió hacernos una fotografía ante esos vestigios semienterrados en la arena. En el instante en que pulsaba el disparador de la cámara le vimos darse un manotazo en la nuca. Fue un susto momentáneo, pero estremecedor. Si, la edad nos hace muy aprensivos. Y aún así, aunque fue cosa de un mosquito, yo no sé por qué pensé en la muerte cuando vi nuestras difusas siluetas diluyéndose en medio de un horizonte desvanecido.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Foggy, Foggy Dew - Aksel Schiøtz (tenor) y Herman D. Koppel (piano)(https://www.youtube.com/watch?v=fuV0877GdfY&noredirect=1)