8 de octubre de 2013



Fuimos famosos por un día, pero sólo entre los que compraron el número de la revista donde salió la imagen. Esa en la que nos cazaron desprevenidos, justo cuando sucedió, según decía el pie de la foto, “el milagro de Brooklyn”. El tio Matt, que era un hombre muy bruto, quiso ese día darme una sorpresa en la pequeña feria que habían instalado en nuestro barrio. Me iba a conseguir en la tómbola el robot que deseaba tener desde hacía mucho tiempo, mientras mi padre, que se había prestado a acompañarnos, ponía las monedas, porque el tío, en realidad, llevaba meses sin cobrar, ya que los empleados del puerto mantenían una huelga indefinida. Además, a mi padre tampoco le hacía demasiada gracia que el tío cogiese una escopeta, ya que no tenía buena puntería y, además, su pulso era deficiente en parte debido a su trabajo como estibador. Hasta que, ya caída la noche, con el tío ensimismado en sus ráfagas de disparos, el dueño de la caseta agachado en el suelo y mi padre comprobando el poco dinero que le quedaba, apareció, de súbito, una intensa luz en el cielo. Yo pensé que era una intervención divina para que el tío hiciese diana de una vez por todas y consiguiese mi ansiado robot. Fue justo el momento en el que aquel reportero nos sacó la famosa instantánea. Pero, en realidad, el único milagro que hubo fue que se acabó la munición de la tómbola, porque lo de la luz, para mi disgusto, fue cosa de un operario municipal al cambiar la bombilla de una farola.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Frank Sinatra - That's life (https://www.youtube.com/watch?v=cqhYchnDNfA)