15 de octubre de 2013



No sé si fue una suerte o una desgracia, pero mi padre siempre tuvo muy mala memoria. Es algo que no me puedo quitar de la cabeza. Son días y más días, muchos días, dándole vueltas y más vueltas, de forma obsesiva. Intento hacer otras cosas pero mi desesperación me impide concentrarme en ellas. Porque siempre está ahí, la imagen de mi desmemoriado progenitor, desde el momento en que me despierto cada mañana, como si estuviese delante de mis ojos, como si fuese una sombra que me persiguiese hasta el lugar más recóndito. Trato de convencerme que quizá sea porque soy viejo, y porque supongo que los viejos nos dedicamos a vivir de nuestros recuerdos. Los míos los reviso una y otra vez. Sé cuales han sido los errores de mi vida, pero no dejo de pensar que hubiese sido de mí de no haberlos cometido. Como si mentalmente tratase de enderezar mi vida, de hacer posible lo imposible. Vana ilusión. Sin embargo, me alivia, por breves momentos. Y aún así, no ceso de pensar si fue una suerte o una desgracia el que mi padre tuviese una pésima memoria, que por eso adquiriese una cámara fotográfica y que escribiese nuestros nombres sobre cada una de las imágenes. Si bien la caprichosa manera en que nos hacía posar parecía un extraño presagio. La suerte es que hay abundantes imágenes de mi familia. La desgracia es que recogen nuestras vidas durante casi treinta años de actividad, en la que me iniciaron cuando tenía diez años de edad. Demasiados retratos, tantos como testigos nos reconocieron. A día de hoy, mientras cumplo mi condena, pienso en mamá, el verdadero cerebro, a la única a quien no identificaron. Porque fuimos por un tiempo la banda de estafadores más buscada del país. En cierto modo, ese es el único consuelo que me queda.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Franz Schubert: 2º movimiento - Andante con moto,  Trio para piano No. 2 in E flat Major, Op. 100, D 929 - Eugene Istomin (piano), Isaac Stern (violin) y Leonard Rose (cello) (https://www.youtube.com/watch?v=dy-jC3cT4-8)