19 de noviembre de 2013



No lo siento, pero debe de hacer frío en este lugar al que me han traído, a mí, que un día toqué la luna en la cúspide de mi carrera. Junto con dos hermanos irlandeses, mis socios, me convertí en uno de los hombres más importantes de la ciudad. Los billetes, las fiestas y el alcohol se sucedían un día si y otro también. A raudales. Nos codeábamos con influyentes políticos, empresarios y filántropos. Y allí estábamos nosotros, con nuestros impecables trajes, cerrando tratos, proponiendo negocios y ampliando nuestros intereses. Aunque a veces tuviéramos que hacerlo tomando ciertas precauciones porque de vez en cuando teníamos sorpresas con algún que otro pipiolo idealista recién llegado, de esos que pretendían convertir la fiscalía del distrito en un modelo de virtud y en nombre de la patria. Recuerdo que llegamos a dominar de tal modo la situación que hubo un momento en el que no había nadie que no moviese un dedo sin que nosotros lo supiésemos. Y ese fue, al mismo tiempo, nuestro error porque, confiados, seguimos dando rienda suelta a nuestras andanzas nocturnas regadas de champán y sexo. Luego aparecieron ellas. Y con ellas nos hicimos aquella fotografía, la única en la que mis socios y yo aparecimos juntos. Era la metáfora de nuestro triunfo, en lo más alto, tocando la luna. Pero duró poco. Apenas salimos del estudio fotográfico una ráfaga de disparos nos fulminó al instante. Ahora no se donde estoy, ni si hay alguien conmigo. Sólo sé que me han cubierto con una sábana blanca y hace frío.

· Fondo musical para acompañar la lectura: George Lewis - Burgundy Street Blues (https://www.youtube.com/watch?v=D2pZ-BSDbg4)