3 de diciembre de 2013



Ahora soy un hombre anciano y todavía trato de encontrar una explicación de todo aquello, aunque sigo sin sentir nada, ni siquiera tengo conciencia del horror que produje aquel día de mi cumpleaños. Un suceso que fui desentrañando, no sin dificultad, por el rechazo que generaba en algunas personas, ya que había sido un caso célebre. A través de los testimonios de quienes conocieron a mis padres, como también por medio de los informes policiales sobre lo ocurrido en aquella nefasta jornada que cambiaría mi vida para siempre, pude conocer algunos detalles. Además, según pude comprobar por mi historial médico, ese día sufrí un ataque de amnesia del que no me he recuperado a pesar de los numerosos tratamientos que he recibido. Pero supe que me llevaron a una institución de acogida y que, después, me trasladaron a un reformatorio en el que, al parecer, causé bastantes problemas. También sé que mi existencia, hasta ahora, ha transcurrido de un sanatorio a otro aunque es algo que tengo muy difuso en mi mente. Pero lo importante es que hace unos pocos días pude saber la verdad, que mis padres habían decidido organizarme una gran fiesta de cumpleaños, que mi madre decoró la casa y se puso una caperuza en la cabeza, que mis hermanos saltaban de alegría y que me regalaron un revolver a imitación del que tenía mi padre, que era policía. Pero después, al parecer, comencé a jugar desaforadamente, sin darme cuenta que había cogido erróneamente la pistola equivocada.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Philip Glass - Music box, de Candyman (http://www.youtube.com/watch?v=TEKQcaU7yqE)