8 de enero de 2014




Todo había sido idea de un joven y petulante concejal para incentivar esperanza en el ya de por sí desalentado ánimo de los vecinos de la pequeño villa costera donde viví mi infancia, que veían como el turismo, su principal fuente de ingreso, había dejado de acudir. Simplemente, los tiempos estaban cambiando y ya no estaba de moda veranear en nuestra localidad.Es por ello que aquel concejal, en su obsesión por subir escalones en la política local y que ésta le sirviese después como trampolín para saltar al ámbito nacional, su verdadera ambición, inventó aquel eslogan de que “En Dymchurch se toca el cielo”. Y se propuso, para imprimir más veracidad al lema, escenificar el lugar como si fuese un autentico paraíso terrenal, movilizando a todos sus habitantes. Recuerdo que, durante mucho tiempo, mi amigo Phil y yo nos sentimos culpables del estrepitoso fracaso que tuvo la iniciativa. Él porque perdió la gorra y se puso un pañuelo en la cabeza para protegerse del sol, y yo porque aparecí con mi brazo en cabestrillo debido a una caída en bicicleta. Aunque luego supe que muchos atribuyeron el desastre a la poca vista de quien se le ocurrió esa extraña combinación entre soldaditos y ángeles que, para colmo, no mostraron en sus rostros demasiado entusiasmo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Grace Fields - What can you give a nudist for his birthday (https://www.youtube.com/watch?v=prnG71EFuKM)