14 de febrero de 2014




Más de uno pondrá el grito en el cielo, pero las cosas fueron así. Es muy fácil opinar, protestar, e incluso lanzar algún insulto, porque eso que contemplan atenta contra las buenas costumbres. Y se hace en la intimidad, porque la integridad física esta garantizada ya que nadie oye nada. Pero me gustaría verles en una situación así. Claro que habrá más de uno que les resulte divertido, porque crean que todo esto es la humorada de unos tipos que se aburren. Pero luego está lo otro, la parte que desconocen, el horror, lo que es oír los gritos de un sargento chusquero vociferando palabras inconexas a ton y son mientras a su lado está un cegato con una escopeta entre sus manos a cien metros de distancia. No estábamos en guerra. Solo eran unas prácticas, de esas para entretener a la tropa un rato. Es el inconveniente de los tiempos de paz. Pero Hans le echó narices y se envalentó. Era abogado, y siempre se metía en líos por esa predisposición suya de tratar de ayudar al menos favorecido. Aunque lo hacía a su manera. Y ahí también estaba yo, intentando dar imagen de tipo duro, por la cosa de dar la sensación de que dominaba el asunto. Pero el cegato no lo vio de esa manera. Y fue cuando por primera vez fui consciente de que cualquier día puede ser el último de tu vida. Pero no se inquieten, Hans sólo estuvo varios días sin poder sentarse y yo con el brazo derecho en cabestrillo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Chiffons - One fine day (https://www.youtube.com/watch?v=I0PfZ_tAvjQ)