25 de abril de 2014




Aún mantenía el estado físico que me caracterizó en mi juventud y por eso, cuando encontré el momento justo, tras una tan larga como intensa investigación, decidí embarcarme, nunca mejor dicho, en la que sería la aventura de mi vida, esa en la que pretendía dilucidar el gran enigma que llevaba quitando el sueño a generaciones de arqueólogos. Sabía que muchos, sobre todo mis allegados y conocidos, me tachaban de lunático y de soñador, como también era consciente de los recelos que desperté entre mis colegas de la universidad porque era el primero que había conseguido descifrar las claves del misterio. No buscaba fama, tampoco prestigio y, ni mucho menos, dinero. No necesitaba nada, pues gozaba de una buena posición académica. Simplemente me movía la pasión, el afán de conocimiento. Por eso me vi obligado a tomar las precauciones necesarias para evitar las envidias, esas que podían impedir que llevase a cabo mi empresa. Había invertido mis escasos ahorros así como muchos esfuerzos en conseguir el equipamiento necesario, como el bañador de neopreno que en aquellos momentos estaba al alcance de muy pocos. Pero eso era lo de menos. Lo importante era que estaba en el Danubio y que iba en busca del Santo Grial.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Johann Sebastian Bach - Ich ruf' zu dir, Herr Jesu Christ, BWV 639 (Wilhelm Kempff-Piano) (https://www.youtube.com/watch?v=elRTsN0LhPQ)