5 de junio de 2014




Aquel día ligeramente neblinoso lo vimos. Con nuestros propios ojos. Sí, una forma sorprendente con una tenue aureola en su borde que se movía levemente. Después de un sobrecogedor sobresalto se produjo en nosotros una extraña sensación en la que se mezclaban atracción y miedo a partes iguales. En un momento dado nos dimos cuenta que había un silencio sepulcral.Tras echar una ojeada a nuestro alrededor y comprobar que no había nadie, nos quedamos contemplando fijamente esa masa etérea. Era algo asombroso. Tan asombroso que Borislav elevó lentamente sus manos, acercándolas, con las palmas abiertas, para tratar de palparla, mientras un escalofrío recorrió mi cuerpo. Pero Borislav se detuvo y, sin apartar la vista de ella, me susurró que era la entrada a la cuarta dimensión. Yo, rápidamente, coloqué la cámara en el trípode. Había que captarlo, pensé, para la posteridad. Después, ya más tranquilos, nos fuimos de allí, sin hacer mucho ruido. Y aunque regresamos muchas veces al lugar, nunca volvimos a ver la puerta. Como jamás nos hemos arrepentido de no haberla traspasado. Al fin y al cabo ninguno de los dos conocíamos a nadie en la cuarta dimensión.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Valia Balkanska - Izlel Delio Haidutin (https://www.youtube.com/watch?v=SDEH01DnFtg)