25 de septiembre de 2014




Timothy, el hijo del comerciante de pinturas de Redwood Falls, fue muy raro desde el día de su nacimiento, lo que hizo pensar a su madre, devota creyente, que era una prueba divina y a su padre, agnóstico convencido, que era simplemente una nueva jugada de su acostumbrada mala suerte. Los caprichos del destino eran así y tampoco se podía hacer mucho en aquella pequeña localidad rural del Medio Oeste situada en mitad de la nada, salvo aceptar las cosas tal como venían. Y sobre eso los vecinos de Redwood Falls sabían mucho. El doctor Guthrie diagnosticó que el chico tenía un coeficiente intelectual bajo, unas palabras que sus padres no comprendieron bien que significaban pero que aceptaron no sin dificultad. Sea como fuere, Timothy era un ser cándido e inofensivo quien aquel 30 de octubre de 1938 se sintió el elegido para detener la invasión marciana que se avecinaba tal como anunciaba en la radio un tipo que después, según el reverendo McFarden, se hizo famoso en el cine. Porque ahí, en lo alto, al lado del negocio de su padre, Timothy pasó el resto de su vida, mirando al cielo, a la espera del contacto para salvar el mundo, aunque el único que tuvo fue el de su madre, cada día, para ponerle comida en una cesta atada a una cuerda que él después elevaba con sumo cuidado.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Frank Stokes - I got mine (https://www.youtube.com/watch?v=YZBBLHJV130)

23 de septiembre de 2014




Rosita García siente desde niña la llamada del cine por lo que muy pronto, cuando apenas tiene dieciséis años, marcha a la capital y comienza a recorrer los estudios. Consigue pequeñas cosas de figuración, sin embargo no se amilana y prosigue en pos de cumplir su sueño. Una tarde de noviembre tiene una revelación viendo una película de Myrna Loy. Su sitio, piensa, es Hollywood. Hace todo lo posible para reunir el suficiente dinero que la lleve a Los Ángeles. En algo más de un año ya pasea por las aceras de Sunset Boulevard, aunque soñando, porque la oportunidad que busca no viene. Actúa como cantante en varios locales nocturnos, pero disfrazada, para darle algo más de originalidad a sus interpretaciones. Una noche, un joven con un fino bigote acude a una de sus galas. Éste queda hipnotizado por Rosita. Después esboza una enorme sonrisa y sale con celeridad del lugar. Peter Moore, que ejerce de camarero, no pierde un detalle de aquella escena. Aquel enigmático joven no volverá a aparecer más. Como la suerte será esquiva con Rosita. Se retira definitivamente del mundo del espectáculo cuando conoce a un ranchero de Minnesota con quien contrae matrimonio. A partir de ahí llevará una vida anónima pero cómoda y tranquila, hasta que una apacible mañana de junio fallece a avanzada edad sin saber que aquella noche, de la que probablemente jamás se ha acordado, ella fue la fuente de inspiración de Minnie, la novia del ratón Mickey y que aquel jovenzuelo era un tal Walt Disney.

(foto: cortesía de Luis Argeo y http://tracesofspainintheus.org)

· Fondo musical para acompañar la lectura: Gene Austin - Ain't she sweet (https://www.youtube.com/watch?v=1xpSeaxRpCc)

20 de septiembre de 2014




Los escasos nonagenarios que viven en Villarrubia del Arzobispo aún recuerdan, aunque de manera borrosa, las habladurías que provocó su ilustre vecino Feliciano Pérez, el hijo del herrero, cuando un buen día, camino de la fábrica, le sorprendieron saltando la cuerda que Gregoria Fernández tenía instalada en la calle para tender su ropa. Bien era cierto que todos respetaban a Feliciano quien había interrumpido la ancestral costumbre de heredar el oficio familiar para dedicarse a la plantación de olivos, cosechando poco tiempo después un enorme éxito cuando tuvo la idea rellenar las aceitunas con anchoas. Una innovación que provocó el entusiasmo general en el Pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937. Pero lo extraño de aquel acto con la cuerda de Gregoria Fernández es que Feliciano, el rey de la aceitunas, lo convirtió a partir de aquel día en una costumbre que llevaba a cabo cada mañana cuando se dirigía a su fábrica. Algo que generó las especulaciones más dispares siendo Don Ciriaco, el maestro del pueblo, el que hallo una explicación con lo del estado del alma de Platón. Luego se supo que no andaba mal encaminado, porque el propio Feliciano confesó, ya sexagenario, que saltaba por el hecho mismo de saltar, así, sin más, y que lo dejó de hacer cuando las fuerzas no se lo permitieron.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Norri Paramor - I Could easy fall (in love with you) (https://www.youtube.com/watch?v=p2fY2iEJUYI)

16 de septiembre de 2014



Caperucita Roja, que en realidad se llama Ludmila Fiódorovna y es una activista comprometida del sindicato de escritores, se interna en el bosque para cumplir con sus responsabilidades. Tiene una abuela que malgasta su pensión en el bingo que Ivan Arsenevich ha construido en un pueblecito situado al pie de los Urales con el dinero que había ido ahorrando durante más de una década trabajando como remero del Volga. Ludmila es una jovencita alegre, ingenua y extravertida que saluda a todo aquel que se cruza por su camino con una enorme sonrisa, como a Yuri, un alienígena que vive en el bosque y quien un día, por azar y a causa de una avería irreparable en su nave, cayó en la tierra para poco después enamorarse perdidamente de la tundra y convertirla en su nuevo hogar. Yuri y Ludmila se hacen grandes amigos al mismo tiempo que descubren que sus juegos son beneficiosos para la abuela ya que ésta se distrae de tal manera con ellos que se olvida del bombo, las bolas y los cartones. Ahora no tienen grandes lujos porque la pensión tampoco da para mucho, aunque de vez en cuando se permiten algún que otro capricho, como tomarse un pequeño aperitivo con caviar y acompañarlo con unos chupitos de vodka para digerirlo mejor.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Leonid Kharitonov & Red Army Chorus - Song of the Volga (https://www.youtube.com/watch?v=uNb54rwDQJM)

15 de septiembre de 2014




El tio Algernon era un joven predicador cuya ingenuidad le había llevado a plantarse en Chicago para salvar a las almas descarriadas que habían convertido la ciudad en un lugar inseguro y peligroso. Si bien, con el tiempo, había conseguido enderezar a unos pocos delincuentes de poca monta pronto se dio cuenta de que una fuerza mayor como era el crimen organizado necesitaba de otras tácticas. El mal se extendía y él estaba llamado a ser su azote aunque ello implicase una doble vida, a Dios rogando por el día y con el mazo dando por la noche. Una vez diseñado minuciosamente su equipo, en el que era importante el factor psicológico para generar un temor mayor, y acompañado de su gato Absalón, el tío inició su particular cruzada contra la depravación y el delito aquella noche del 31 de octubre de 1933. Pero su misión tan solo duró unas pocas horas convirtiéndose muy pronto en el hazmerreír del hampa. El tío había pasado por alto un pequeño detalle genético que se puso de manifiesto cuando pronunció sus primeras palabras, su voz atiplada, por lo que recibió unas cuantas sonoras bofetadas en medio de las risotadas de unos y otros.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Kid Ory's Creole Jazz Band - Tin Roof blues (https://www.youtube.com/watch?v=fHmYLR4Qa-4)

12 de septiembre de 2014




Aún sigue siendo fuente de conflictos familiares el enorme revuelo que provocó mi tío aquel verano del 47 en las playas de Maine recibiendo todo tipo de improperios y puñetazos, casi siempre propinados por novios celosos y maridos indignados. Porque el tío seguía empeñado en acercarse a las mujeres, fueran jovencitas o señoras entradas en edad, ignorando las advertencias de la tía quien, desesperada y con los nervios en vilo, trataba de hacerle entrar en razón. El tío era tan excesivo, tan visceral y tan bruto que en su obcecación por salvar el mundo era incapaz de ver la realidad, que para los veraneantes era simplemente la oronda pesadilla que venía a fastidiar su descanso. Y aún así, al día siguiente y pese a las agresiones y los insultos, volvía a la carga con fuerzas renovadas. Día tras día. Y así aquel verano el tío se hizo muy popular gracias a la prensa local que lo tildó con numerosos adjetivos, desde lunático peligroso hasta obseso sexual, ignorando la verdad de su misión, que él era el presidente de La liga de la Decencia de Maine. No sé como serían los siguientes veranos, porque en casa nunca se hablaba de él para evitar las disputas, ya que era el hermano pequeño de mi madre y mi padre no lo tragaba. Sólo sé que mis padres siempre declinaban sus invitaciones de pasar juntos las vacaciones con la excusa del trabajo. Y lo peor para mí era que en Kansas no había playa.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mezz Mezzrow - House party (1945) (https://www.youtube.com/watch?v=wR6ejMHVvl8).

10 de septiembre de 2014




Mi abuelo no fue un héroe. Descubrir esa verdad me supuso una profunda decepción porque mis amigos del colegio tenían un miembro en su familia que destacaba por algo. Pero yo me callé. En la mía no habíanadie. Todos eran muy normales, incluso aburridos, quizá demasiado, menos el abuelo, que era el único que había visto algo de mundo cuando estuvo en la Primera Guerra Mundial. Recuerdo que la principal atracción de las sobremesas familiares eran sus relatos, y que yo me quedaba boquiabierto, hipnotizado, con la baba casi colgando, escuchándole, aunque siempre contase las mismas historias. Era un gran narrador. Luego, cuando fui más mayor, supe que al abuelo le gustaba engrandecer sus hazañas, como aquella cuando se le dobló la ametralladora en un vuelo de reconocimiento, y él, al igual que el piloto y el capitán, que se llamaba Manfred von Richthofen, no perdieron la compostura ya que en ese momento, cosas del destino, el enemigo les sorprendió y comenzó a disparar. Eso les salvó la vida, decía, porque supieron conservar la sangre fría y pudieron aterrizar sin sufrir apenas unos rasguños. Lo mismo hice con mis amigos para mantener mi integridad cada vez que les contaba que mi abuelo había volado con Manfred von Richthofen, el mismísimo Barón Rojo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Frederic Chopin- Nocturne 
in C-Sharp minor Opus 27, No. 1 / Vladimir Horowitz (https://www.youtube.com/watch?v=2Fkky_mF1Z0).

9 de septiembre de 2014




Todavía guardo en mi memoria el impacto que me produjo el primer día que entré la universidad, cuando aún era un pipiolo enmadrado que hasta entonces nada había visto más allá de las paredes del instituto y del calor del propio hogar. Aquello significó un cambio importante en mi vida aunque no fui consciente de ello por ese profundo sentimiento de rubor que experimenté a lo largo de esa jornada y de las siguientes. Luego supe que algo parecido habían sentido mis compañeros cuando uno de ellos nos dijo que era una situación normal porque estábamos en una de las universidades cuyo prestigio se basaba en sus innovadores métodos docentes. Y ahora, que han pasado muchos años, les puedo confesar que allí nació todo lo que vendría después, y que las clases del profesor Lockwood fueron el germen y epicentro de una nueva manera de entender las cosas. Pero él nunca fue consciente de aquello, porque su amor por la prehistoria hizo que nosotros, sus alumnos, la viviésemos de una forma tan intensa como única, algo que intentaríamos aplicar después en nuestra comuna mientras duró nuestra etapa hippie.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Ludwig Van Beethoven - Movement 3, tempo di menueto, Septet, Op. 20 / The Chicago Chamber Musicians  (https://www.youtube.com/watch?v=5kjHOYbib2g).