12 de septiembre de 2014




Aún sigue siendo fuente de conflictos familiares el enorme revuelo que provocó mi tío aquel verano del 47 en las playas de Maine recibiendo todo tipo de improperios y puñetazos, casi siempre propinados por novios celosos y maridos indignados. Porque el tío seguía empeñado en acercarse a las mujeres, fueran jovencitas o señoras entradas en edad, ignorando las advertencias de la tía quien, desesperada y con los nervios en vilo, trataba de hacerle entrar en razón. El tío era tan excesivo, tan visceral y tan bruto que en su obcecación por salvar el mundo era incapaz de ver la realidad, que para los veraneantes era simplemente la oronda pesadilla que venía a fastidiar su descanso. Y aún así, al día siguiente y pese a las agresiones y los insultos, volvía a la carga con fuerzas renovadas. Día tras día. Y así aquel verano el tío se hizo muy popular gracias a la prensa local que lo tildó con numerosos adjetivos, desde lunático peligroso hasta obseso sexual, ignorando la verdad de su misión, que él era el presidente de La liga de la Decencia de Maine. No sé como serían los siguientes veranos, porque en casa nunca se hablaba de él para evitar las disputas, ya que era el hermano pequeño de mi madre y mi padre no lo tragaba. Sólo sé que mis padres siempre declinaban sus invitaciones de pasar juntos las vacaciones con la excusa del trabajo. Y lo peor para mí era que en Kansas no había playa.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mezz Mezzrow - House party (1945) (https://www.youtube.com/watch?v=wR6ejMHVvl8).