20 de septiembre de 2014




Los escasos nonagenarios que viven en Villarrubia del Arzobispo aún recuerdan, aunque de manera borrosa, las habladurías que provocó su ilustre vecino Feliciano Pérez, el hijo del herrero, cuando un buen día, camino de la fábrica, le sorprendieron saltando la cuerda que Gregoria Fernández tenía instalada en la calle para tender su ropa. Bien era cierto que todos respetaban a Feliciano quien había interrumpido la ancestral costumbre de heredar el oficio familiar para dedicarse a la plantación de olivos, cosechando poco tiempo después un enorme éxito cuando tuvo la idea rellenar las aceitunas con anchoas. Una innovación que provocó el entusiasmo general en el Pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937. Pero lo extraño de aquel acto con la cuerda de Gregoria Fernández es que Feliciano, el rey de la aceitunas, lo convirtió a partir de aquel día en una costumbre que llevaba a cabo cada mañana cuando se dirigía a su fábrica. Algo que generó las especulaciones más dispares siendo Don Ciriaco, el maestro del pueblo, el que hallo una explicación con lo del estado del alma de Platón. Luego se supo que no andaba mal encaminado, porque el propio Feliciano confesó, ya sexagenario, que saltaba por el hecho mismo de saltar, así, sin más, y que lo dejó de hacer cuando las fuerzas no se lo permitieron.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Norri Paramor - I Could easy fall (in love with you) (https://www.youtube.com/watch?v=p2fY2iEJUYI)