15 de abril de 2016




Aquel día, quizá por causas del azar generadas por las circunstancias de la vida cotidiana, el doctor Sigmund Rochtein tuvo un error de cálculo que en ese momento no pudo prever. Y aunque su investigación presentaba ligeras fisuras que podrían malograr su experimento, decidió correr el riesgo y seguir adelante, a pesar de ser consciente de las consecuencias, ya que podrían truncar el proyecto y su prestigio como científico. Era una situación muy delicada, y aún así, el doctor Rochstein, fiel a su instinto de que su descubrimiento podría cambiar el curso de la historia de la humanidad, asumió la situación. Pero algo salió mal en esa fusión que se manifestó en las delgadas y famélicas piernas de la niña y en el rostro del androide que, convertido en un niño de carne y hueso, presentaba una extraña y avanzada caries en su boca.
(Foto: cortesía de Marisa Ares)

· Fondo musical para acompañar la lectura: Zarah Leander - Puszta Fox