10 de junio de 2016




No pude contener las lágrimas de emoción cuando, ya adolescente, mi padre me contó la verdad sobre el estigma que sufrió nuestra familia a causa del acto heroico al que se vio abocado mi abuelo. Era una cuestión de estado, pero los míos callaron lo poco que sabían aun siendo conscientes de que serían víctimas de malinterpretaciones y habladurías. Mi abuelo nunca destacó en nada. Mas bien fue un hombre que pasaba desapercibido allá por donde iba. Su físico era tan corriente que le proporcionaba una especie de invisibilidad. Algo en lo que se fijó un superior cuando fue llamado a filas, en plena guerra. Por lo que le embarcaron en una peligrosa misión de espionaje, enviándole al corazón del Imperio del Sol Naciente, a una casa de citas donde se reunían algunos miembros del Estado Mayor. Pero fracasó. Fue descubierto y hecho prisionero. Tras décadas de lucha contra el mutismo oficial, mi padre consiguió averiguar algo, aunque muy poco, sobre el destino del abuelo quien, al parecer, en su ingenuidad no reparó en afeitarse el bigote.

· Fondo musical para acompañar la lectura: japanese song, female vocale, late 1920's