LUCES Y SOMBRAS DE MAGGIE APPLEBY


Relato en siete capítulos publicado en la página La vuelta al mundo. Experimento FB (junio, 2014)


CAPÍTULO I




El candor y la cursilería de Margaret Appleby eran alentadas, aunque de manera inconsciente, por su melifluo marido, George Appleby, cuyo carácter estaba condicionado en parte por su profesión de pastelero. Actitud que más allá de sus productos se reflejaba en la excesiva atención que prestaba a sus clientes, en especial a las viejas damas golosas que acudían de diario a su negocio. Pero tal comportamiento no era exclusividad de los Appleby, porque en realidad los habitantes de la pequeña localidad de St. Buryan eran así, seres ingenuos, empalagosos, crédulos, pero con el orgullo compartido de que nadie había abandonado St. Buryan desde los tiempos en que era un minúsculo asentamiento celta y la firme convicción de que era un lugar tranquilo en el que nunca sucedía nada, salvo las cosas lógicas de la vida que ocurrían de tanto en tanto como eran un nacimiento o un fallecimiento. Pero cuando vino al mundo Maggie Appleby aquel 14 de agosto de 1895 fue algo más que un acontecimiento, porque en St. Buryan se sabía de las dificultades que atravesaron los Appleby para cumplir su deseo de ser padres. Por eso mismo, la emoción hizo que Margaret y George añadiesen junto a la pequeña Maggie la efigie de quien creyeron que hizo posible el milagro.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Brunswick Hour Orchestra - Ah, sweet mystery of life.


CAPÍTULO II





La infancia de Maggie Appleby transcurre entre algodones, cuentos y merengues, los que elabora su padre y que cada vez tienen mayor éxito en St. Buryan. Maggie, quien todavía cree en las hadas y otros seres imaginarios, muy pronto empieza a saber a través de sus lecturas de la existencia de otros mundos. Su curiosidad va creciendo con el paso de los años hasta que, al llegar la adolescencia, comienza a poner en duda que la cigüeña de su fotografía de cuando era una recién nacida fuese real porque se percata de que en St. Buryan no hay ninguna. Es en esa época cuando Maggie tiene los primeros conflictos con su madre, a quien acusa de ser una mujer pazguata, como todos los habitantes de la villa. Siente cada vez más una profunda necesidad de conocer mundo, de probar nuevas emociones lejos de allí, aunque también hay en ella momentos de debilidad, porque no es fácil abandonar la tranquilidad y la seguridad que ofrece la vida en St, Buryan. Es entonces cuando surge el dilema. Irse lejos, en busca de nuevas vivencias, o quedarse, con su gato, degustando los merengues de su padre y con esas gentes tan simples y aburridas. Es una época confusa. Mientras tanto Maggie experimenta una extraña dualidad que se manifiesta con frecuencia y de manera arbitraria. 

· Fondo musical para acompañar la lectura: Carroll Gibbons and The Savoy Hotel Orpheans - Music Maestro Please


CAPÍTULO III



Después de un tiempo sumida en su propio desconcierto existencial, Maggie Appleby toma la decisión de abandonar St. Buryan una noche de otoño. Lo hace de incógnito, para no disgustar a sus padres, aunque también es consciente de que con este acto rompe la ancestral costumbre de permanecer de por vida en la villa. Al llegar a las afueras, gira la cabeza hacia atrás y echa un último vistazo. Se imagina por un instante la indignación que se desatará al día siguiente, cuando los vecinos se enteren de su osadía. Pero Maggie respira hondo y pone rumbo hacia lo desconocido amparada por la oscuridad. Así es como conocerá Londres, la gran ciudad sobre la que tantas veces había leído, con sus grandes avenidas abarrotadas de gentes y carruajes, de tiendas y luces. Pero su excitación pronto choca contra la realidad. Maggie se percata de que la vida allí es de otra manera. Comprende que debe de ganar dinero. Sólo tiene estudios elementales y poco más. Esta sola y tiene que pensar en una solución. Es entonces cuando recurre a lo único que sabe manejar, la imaginación, y crea una compañía circense bajo el seudónimo de Mae Gordon’s Troupe con la que alcanza la fama gracias al número de las bicicletas que causa gran sensación por su originalidad y frescura. En él, ella y el chico que hace de su hermano hacían equilibrios mientras un payaso y un hombre vestido de frac trataban de impedírselo haciéndoles cosquillas, lo que provocaba enormes carcajadas entre el público.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Scott Joplin - Pineapple Rag.


CAPÍTULO IV



El éxito de su espectáculo circense lleva a Maggie Appleby a ser aclamada por el público allá por donde se representa. Cuenta con el entusiasmo del proletariado que ve en ella la encarnación de la persona de origen humilde que se hace así misma partiendo de la nada, lo que la convierte en un modelo a seguir tanto para los niños como para sus padres. Pero Maggie también causa admiración en los ambientes más selectos convirtiéndose en una invitada imprescindible en cualquier fiesta de sociedad que se precie. No le faltan pretendientes. Diplomáticos, políticos, consejeros delegados o banqueros se rinden ante sus encantos. Es bella y desenvuelta, locuaz y divertida. En muy poco tiempo Maggie ha actuado en las principales capitales europeas y ha aprendido muchas cosas, tantas que ni siquiera piensa en sus padres, en St. Buryan y en sus anodinas gentes. La vida parece sonreírle hasta que se ve envuelta en un asunto nunca aclarado que escandaliza a la sociedad parisina y que acaba perjudicando su carrera. Ella siempre defenderá su inocencia, que estaba hablando con la condesa de Sauveterre cuando el ministro se sentó entre ambas, que él comenzó a mirarlas de un modo un tanto atrevido, que ellas sabían que era padre de seis hijos y que en ningún momento se les pasó por la cabeza provocarlo porque el ministro tampoco era su tipo de hombre. Lo peor vino cuando un periodista les sorprendió y su fotografía se convirtió en un preciado objeto que se agotó en todas las tiendas de aparatos ópticos de París.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Émile Vacher - Les Triolets.


CAPÍTULO V



Pese a que el revuelo levantado por el affaire del ministro afecta a la carrera circense de Maggie Appleby, el veterano director de cine Karl Wilhelm Von Wegberg, que se encuentra en esos días en Paris, se fija en ella y, aprovechando tales circunstancias ya que su nombre se cita en todos los mentideros de la capital, le ofrece el papel principal en su siguiente película, una historia de ciencia–ficción sobre una científica quien, a causa de una ruptura amorosa, se embarca en una expedición que va a la Luna. Pero durante el rodaje, Maggie y Von Wegberg tienen un tórrido romance que lleva al cineasta a variar el guión para potenciar la presencia de su nueva musa. La película es un fiasco y un sonoro fracaso de taquilla. Los críticos hacen especial hincapié en la megalomanía del director, en la poca credibilidad del argumento, en sus irrisorios decorados y, ya en un tono más irónico, apuntan cosas como que quien está verdaderamente en la Luna es Von Wegberg y no Cassandra, el personaje que encarna Maggie. Von Wegberg, herido en su orgullo, abatido, humillado e incomprendido se entrega a la bebida. El desamor hace mella en Maggie. Ve a Von Wegberg como un hombre patético. No puede más y se marcha. Varias semanas después, su carrera cinematográfica de tan solo un título desaparece de un plumazo cuando Von Wegberg, en un ataque de ira y en estado de embriaguez, destruye todas las copias de su film. Pero tanto él como Maggie nunca sabrán que del mismo solo sobrevivirá un único testimonio, la fotografía de la escena cumbre, cuando Cassandra toca el laúd en la Luna para celebrar que ha alcanzado la felicidad.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Al Bowlly - Midnight, the stars and you


CAPÍTULO VI



Maggie Appleby atraviesa un período difícil, pero se anima en sus momentos más bajos repitiéndose así misma la idea de que los Appleby son insumergibles, en clara referencia a la respuesta que dio Molly Brown a un periodista que le preguntó cómo logró sobrevivir al naufragio del Titanic. Maggie siente el deseo de perderse en el anonimato. Han sido muchas emociones fuertes y necesita calma. Pero no abandona Francia. En los siguientes años desempeña diferentes trabajos en el ámbito de la hostelería donde descubre sus dotes para la cocina. Su imaginación le lleva a elaborar originales recetas que hacen que el director del hotel Ritz de París se interese en ella y la ofrezca un contrato. Comienza un período de estabilidad en la vida de Maggie que durará más de una década, hasta el día en el que se hospeda en el hotel Vittorio d’Arezzo, conde de Piacenza, el famoso aviador italiano que había cruzado el Bósforo sin escalas. Maggie, que ya es una mujer de mediana edad, queda fascinada por el personaje quien, a pesar de ser un cincuentón de aspecto rudo, es un bon vivant de espíritu aventurero. Con Vittorio, Maggie conocerá la sensación de volar, yendo y viniendo de un lado a otro. Pero el sueño, una vez más, salta por los aires, como el caza de Vittorio al estallar la guerra. Es entonces cuando Maggie, arrastrada por las circunstancias, se involucra con la resistencia. Porque los oficiales del ejército invasor que ha ocupado la capital se hospedan, precisamente, en el hotel donde ella trabaja. Maggie se desenvuelve a la perfección en medio de aquel caos en las que se revelan, de manera inconsciente, sus habilidades para la seducción, lo que la lleva a convertirse en espía para los aliados. Son tiempos difíciles, pero Maggie ya no piensa en Vittorio. Ni tampoco en St. Buryan. Y mucho menos en Von Wegberg. 

· Fondo musical para acompañar la lectura: Sidney Bechet - Petite fleur


CAPÍTULO VII




Cuando en las postrimerías de la guerra es descubierta por uno de aquellos oficiales, Maggie Appleby se ve abocada a huir a ver que su vida corre peligro. Recibe la ayuda de sus compañeros de la resistencia quienes le facilitan la fuga. Cruza los Pirineos en dirección a Lisboa donde, días después, parte en un buque mercante hacia los Estados Unidos. Tiene cincuenta años y apenas sabe chapurrear inglés. Pero sigue recurriendo a su imaginación. Desembarca en Ellis Island y, dada su necesidad de ocultar su identidad cambia su nombre por el de Mae, el de sus tiempos circenses, y se adentra en el Profundo Sur. Sabe que allí nadie la conoce. Comienza un largo periplo en el que viaja de un lugar a otro y en el que desempeña variopintos trabajos. Pasan los años y en ningún momento Mae se desalienta. Al fin y al cabo no tiene a nadie a quien mantener. A principios de enero de 1961, cuando ya es una mujer casi sexagenaria conoce a Charles Grady durante el mitin de un tal Kennedy en Baton Rouge. Charles es un violinista que presume de haber tocado con Woody Guthrie. Mae le confiesa que su única experiencia musical fue una vez que tocó un laúd sentada en la Luna. Es lo único que le contará a Charlie de su pasado. Él le dice que no conoce ese instrumento, pero que tiene una guitarra. Esa noche la invita a cenar estofado en su casa y después le hace una prueba. Charlie la acompaña con el violín. Se produce la chispa y tocan hasta el amanecer. Mae y Charlie pasan las siguientes semanas entregados a la música, hasta que del roce nace el amor, y también, el dúo musical con el que se hacen muy populares a lo largo de la rivera del Mississippi. Guitarristas como Chuck Berry o Bo Diddley confiesan su admiración por los riffs de Mae. Ella y Charlie tocan hasta el final de sus días, aunque nunca graban un disco. Pero eso a Mae siempre le dio igual.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Memphis Jug Band - On the road again.


FIN