SCHICKLGRUBER, UN TIROLÉS EN LA CUMBRE


Romanza en tres movimientos



Movimiento 1: Un nuevo horizonte 

Martin Schicklgruber fue un joven oriundo del Tirol que, como tantos otros, cruzó el océano a la busca de nuevas oportunidades en la tierra prometida. Fueron tiempos difíciles pero Martin, lejos de amedrentarse, asumió las reglas del destino sin perder jamás la compostura, aunque las condiciones fuesen ínfimas y los horarios extenuantes. Claro que, su esfuerzo le permitió reunir el suficiente dinero con el que, tiempo después, lograría establecerse por su cuenta al abrir un pequeño negocio de ultramarinos. Las cosas parecían ir por el buen camino. Pero había algo en Martin que le sumía en una profunda desazón que afloraba al finalizar el día. Sentía nostalgia de su amado Tirol. Por ello, fiel a su espíritu emprendedor, decidió hacer frente a la situación y, junto con su amigo Alois Schwenke, también tirolés, emprendió la búsqueda de un lugar en el que aplacar su añoranza. Hasta que, tras muchos meses de idas y venidas, hallaron, casi por casualidad, el ansiado edén. Poco se parecían los Apalaches al paisaje alpino que le había visto crecer, salvo que aquel lugar también tenía la altura suficiente para ver lo que había más allá del horizonte, por eso lo bautizaron como “Die Kleine Tirol”, porque a Martin le hizo sentirse como en casa.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Jimmie Rodgers - Blue Yodel

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Movimiento 2: Del amor en las alturas

Desde que descubriese el pequeño oasis que le traía reminiscencias del Tirol, los días de Martin Schicklgruber parecieron tornarse diferentes. Notaba sus fuerzas renovadas por el hecho de visitar con asiduidad “Die Kleine Tirol”. Ello le dio un nuevo impulso vital y más ideas, como imprimir un sello personal a su tienda de ultramarinos que la hiciese única. E instaló una barra de bar y comenzó a importar productos típicos de la gastronomía de su tierra, lo que convirtió su pequeño local en el centro neurálgico de la pequeña comunidad tirolesa que pronto acudió a diario para degustar el Knödel, el Graukäse o la cerveza. Hasta que un día, acompañando a su padre, apareció la joven Helga. Los tímidos intercambios de miradas poco a poco se fueron transformando en algo mayor. Y cuando ella le dio el primer beso, Martin decidió que había llegado el momento de probar a Helga y llevarla a que conociese “Die kleine Tirol”. La joven pareció manifestar una gran alegría, aunque su temor a que un posible golpe de viento le hiciese perder el equilibrio hizo que tuviese la ocurrencia de colocarse una piedra en la cabeza, una anécdota en la que algunos de sus compatriotas han querido ver, no sin cierta malicia, el origen del pisapapeles.  

· Fondo musical para acompañar la lectura: Jimmie Rodgers - Blue Yodel No 2

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Movimiento 3: Juntos pero no revueltos

Para Martin Schicklgruber “Die kleine Tirol” se había convertido en un sitio sagrado al que ahora acudía con su amada Helga. Ella también logró la plena comunión con el lugar, cosa que supo cuando no necesitó la piedra. Al ver ese gesto, Martin, emocionado, le pidió la mano. Allí pasaron su luna de miel. Y allí siguieron yendo, cada fin de semana. Y aunque las sensaciones que experimentaban eran únicas, Helga, con el tiempo, empezó sumirse en un estado de melancolía. Echaba de menos su vida social, y lo que para ella era aún peor, temía que acabasen siendo unos desconocidos para los suyos. Por lo que Martin, temiendo que ello acabase con su matrimonio, resolvió satisfacer los deseos de su esposa. Compartirían “Die kleine TIrol” con sus amistades. A partir de ahí vinieron tiempos dichosos, en los que Helga, Martin y la pequeña comunidad tirolesa disfrutaron con intensidad de sus estancias en la cumbre. Hasta que, con el paso de los años, vino lo inevitable, lo que nadie, ni siquiera Martin, había previsto y que les impediría subir a su amada cima, algo tan natural como la vejez.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Jimmie Rodgers - Blue Yodel No 3